“La vida es una sucesión de accidentes y desengaños, mal recordados y peor comprendidos, con enseñanzas sólo vagamente aprendidas.”
¿Hasta dónde tenemos la certeza que todo lo que percibimos es real? Luego de leer La afirmación, novela de Christopher Priest (Mánchester, 14 de julio de 1943 - 2 de febrero de 2024), lo que queda es ese amargo sabor en la boca por no saber bien por dónde se está pisando.
Christoper Priest, recientemente fallecido fue un escritor inglés de una amplia y vasta obra literaria y cinematográfica, por ejemplo ha participado como guionista en la serie Dr. Who y en el film eXistenZ, de 1999.
La afirmación, publicada en inglés en 1981, es una
novela de casi 300 páginas en donde relata la historia de Peter Sinclair,
protagonista y casi único personaje. De hecho la novela transcurre casi por
completo en la mente de este atribulado muchacho que ha sufrido la muerte de su
padre, la pérdida de su conflictiva y explosiva novia, el paro laboral
repentino y una relación compleja con su
hermana. Agobiado por el cúmulo de situaciones se refugia en una casa de campo
que casualmente le ofrece un amigo de su
padre a cambio de realizar algunas reformas y mejoras en la casa.
“Aspiraba, inicialmente, al recuerdo total… Al final comprendí que lo que
tenía que hacer era escribirlo todo…”
Decidido a comenzar una nueva vida
esta da un giro dramático cuando comienza a definir los acontecimientos que lo
llevaron a esa situación. Así comienza a escribir y reescribir una biografía de
la que no queda conforme. La realidad no es tan real, o no lo convence
demasiado, por lo que con determinación comienza a idear una nueva vida basada
en su vida. Esta pretensión de hiperrealismo lo va a llevar a confundir, y
confundirnos, con dos realidades que literariamente comienzan a superponerse en
el texto al punto de entrelazarse como si fueran dos cuerdas que colgando se
enredan y rozan entre sí tendiendo puentes entre las dos realidades.
De esta forma arriba a un mundo imaginado en donde gana una lotería, la
lotería de Collago, una de las islas que conforman el archipiélago del sueño,
cuyo premio es la inmortalidad.
Cabe mencionar que estas islas, las islas que conforman un Archipiélago
que languidece en aguas ecuatoriales, terminan conformando una gran y podríamos
decir infinita zona neutral en un mundo bipolar en guerra. No cabe duda que
estas islas son una metáfora de lo infinito de la mente humana, un territorio
surcado de interminables islas, cada una con su idiosincrasia, y que los barcos
se empeñan en desandar moviendo mercaderías en lo que sería un territorio
franco entre dos naciones en una guerra antiquísima.
No se puede soslayar que este archipiélago de los sueños es un territorio
cuanto menos recurrente en la obra de Priest, pues este territorio fantástico y
misterioso presente en esta obra también se encuentra en The Islanders (2011) o en El Archipiélago de los Sueños y en tres de los cinco relatos de la colección Un verano infinito (Rameras, La negación y El observado).
Los sueños ilimitados, como las islas, contienen a los personajes o por
lo menos a Seri, amante de Peter, que lo jalona para quedar en esa realidad.
Ese será también otro de los interrogantes de la novela.
“Las dos versiones eran verdaderas,
pero en diferentes latitudes de verdad…”
Por otro lado tenemos el concepto de
la atanasia, esa pseudo inmortalidad
a la que se accede con la mencionada lotería. En verdad es una cuasi
inmortalidad con algunas restricciones pero inmortalidad al fin. El pero es que
la “operación” que le van a efectuar, la atanasia, implica que pierda la
memoria y para poder recuperarla debe cumplir con un largo interrogatorio para
resguardar su memoria, pese a ello Peter se opone y ofrece su manuscrito como
biografía para recuperar sus recuerdos. El problema es que en esa otra realidad
las experiencias que relata de esta realidad son incongruentes y cuanto menos
un rompecabezas para los médicos que intentarán restaurarlo.
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Así Jethra será Londres, su novia
Gracia será Seri, como el resto de los pocos personajes que le rodean. Y lo más
importante, Gracia y Seri (una alter ego de la otra, inclusive físicamente) se verán
envueltas en una batalla por el muchacho, mientras en un viaje de ida y otro de
vuelta por las islas que conforman el archipiélago del sueño, en todo caso
infinitas, se terminará de configurar la enajenación o atanasia de Peter.
De inmediato podemos leer en una
dinámica perfecta en la que se alternan capítulos de una y otra realidad, un
debate ético sobre el merecer o necesitar, dado que la lotería no discrimina
entre gente que lo necesite o que haya hecho más méritos que otros para
merecerlo.
Por otro lado Peter, en su frenético
escribir, deja todo lo que está haciendo para abocarse a ello, empieza a
percibir que se ha desdoblado en dos personas, a las que califica de “yo mismo”
y “el protagonista de la historia”. Inventa “Jethra” una ciudad que simboliza
una amalgama de Londres. Y pese a que
entiende que todo lo que escribe es una invención, sin embargo “…todo cuanto contenía, cada palabra, cada
frase, era tan verdadero en el más alto sentido de la palabra como puede serlo
la verdad.”
Finalmente la historia converge en
un final en el que Peter debe optar entre una u otra novia, posiblemente una ya
fallecida, entre Jethra o Londres, en definitiva entre una realidad u otra.
Entre un manojo de hojas mecanografiadas y otro en blanco que nos hace pensar
si Peter en verdad no ha enloquecido, pues una de las conclusiones al final del
libro, muy borgeana, es que cree que Seri lo ha creado a él en Collago, pero
que antes de eso, él, en su cuarto blanco, ya la había creado a ella.
“Había un yo que escribía. Había un yo a quien yo podía recordar. Y había
un yo acerca del cual yo escribía, el protagonista de la historia. La
diferencia entre la verdad real y la verdad imaginativa estaba siempre presente
en mí. La memoria, sin embargo, era fundamental, y día a día yo tenía nuevas
pruebas de su falibilidad. Aprendí, por ejemplo, que los recuerdos no tenían la
coherencia de un relato.”
Novela que no es estrictamente de
ciencia ficción, fue nominada en 1982 al premio BSFA, la Asociación Británica
de Ciencia Ficción. Ese año el galardón se lo llevó Brian W. Aldiss con Heliconia: Primavera. Sin embargo en
cuatro oportunidades ha podido alzar el mencionado premio.
En resumen una obra que cuestiona
abiertamente los vericuetos de la memoria, los límites con la locura y los
trastornos de la identidad personal en un experimento imaginativo de perfecta
factura donde la realidad es algo tan frágil que lo subjetivo puede resultar
engañoso o un artilugio de la mente que interpela a la identidad y la memoria
del personaje en un universo en que ficción y realidad se han desdibujado con
maestría por Priest.
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