25 febrero 2023

La dictadura de la felicidad. Felipe Bochatay.

 


Últimamente se ha puesto de moda el modo imperativo en la vida cotidiana. Es casi una imposición social. No es un detalle menor que por donde uno vaya se encuentre o se tope con frases pegajosas en almohadones, tasas y pocillos, camisetas y muchas cosas más. Diviértete en tu trabajo, todo saldrá mejor!

 

            A qué me refiero cuando hablo del modo imperativo, pues al modo gramatical empleado para expresar deseos, mandatos y ruegos de cualquier tipo. Es decir, es un modo utilizado para que el receptor actúe de una forma deseada. De allí su nombre, imperativo, que proveniente del latín impero, que se traduce como “mandar o dar órdenes”. Evoluciona, explora, juega, sueña, crece!

 

No sería un detalle menor si la ciudad, o peor, la casa propia, no se vieran rodeadas de esta “dictadura de la felicidad” que al parecer ha encontrado en los decoradores un nuevo fetiche para el psicoanálisis. Vive, ama, ríe.

 

Como lector de E. Cioran tampoco pretendo que la gente deambule por los cementerios declamando a viva voz los silogismos de este peculiar filósofo. Por otro lado sería un tanto desconcertante ver en una camiseta el rostro del filósofo diciendo: “Mereces lo que sueñas”, en especial viniendo de alguien que tiene algunas frases al estilo: “No creo haber perdido una sola ocasión de estar triste. Mi vocación de hombre”.

 

El problema que noto es más profundo, al parecer no hay lugar para la tristeza en nuestra sociedad. Si estoy triste, ergo, soy un fracasado, un perdedor. Todo debe estar regido por los más altos estándares de felicidad, natural o auto-construida impuesta por una penetrante industria de la felicidad con sus recetas de autoayuda para lograr ese estado perpetuo de bienestar y felicidad que en verdad nunca llega. No sueñes con ser algo en la vida, ya eres todo!

 

Lo que es peor es esa imposición de parte de la sociedad, palanqueada por los medios, las redes sociales en particular, que imponen la necesidad de estar siempre bien, y que establece como algo negativo el estar mal. Deja de pensar en la vida, vívela!



 

Esta búsqueda de bienestar y felicidad debe ser permanente, es decir, nos pretende obligar a estar buscando incansablemente los estímulos necesarios para estar felices. Esto, no es necesario ponderarlo mucho, puede llevar a la gente a que se sienta terriblemente presionada por ser feliz. Así puede generarse un bucle en el que más ansias por hallar felicidad generan más presiones y por ende más estrés. Con todo a lo sumo la felicidad no es un estado en sí mismo sino un estado que puede darse o no. Hazlo hoy, hazlo ya.

 

Esto nos lleva a que la construcción de nuestra identidad se vea seriamente atacada ya que el hecho de ser humano incluye la posibilidad de ser infeliz, y eso no me hace menos humano, o eso es lo que desearía. Duerme menos y sueña más.

 

            El mercado impone la obligación de estar feliz. Un humano feliz consume, un humano no feliz posiblemente consuma menos o nada. Para colmo de males, por más que pasemos filtro a nuestras imágenes no dejamos de ser seres imperfectos, “con detalles de fábrica”, que es lo que nos hace humanos. Tú tienes el control.

 

            Por otro lado no hay que tener miedo a estar infelices. Es un estado natural del que se pueden sacar cosas buenas. Estar en el fondo del océano significa que has tocado fondo, pero también que más abajo no puedes ir. Es solo una etapa de nuestra vida en la que el miedo al miedo puede ser muy perjudicial. Sin acción no vas a ninguna parte.

 

            El tema no es inocente, el almohadoncillo tan bonito que reza: ama, ríe, etc, es parte del discurso de felicidad que vende la industria de la felicidad, del goce eterno. Torna así en un discurso individualista en el que “si quieres, puedes” frente al estado de alegría que se podría sentir en ámbitos compartidos, no individualistas. Esto es así porque la felicidad que vende el mercado dice que depende de uno mismo, de que solo tú puedes hacerlo. Persiste!

 

Por otro lado este tema de la felicidad desmesurada y a todo precio es relativamente nuevo. Está muy relacionado al surgimiento de los libros de auto ayuda que comenzaron a circular en EEUU en la segunda mitad del s. XX. En toda la historia de la humanidad no existe antes algo parecido. Continúa creciendo y evoluciona!

 

Ahora bien, hay un problema en el planteo. Estos gurús de la felicidad ofrecen modelos estándar, un solo modelo por libro. Pero por otro lado dicen que la felicidad depende solo de uno mismo, por ende es absolutamente individualista, es decir, entiendo que debe haber tantas recetas como personas compren esos libros. Y como ya dije, si depende de uno mismo, la responsabilidad recae en uno mismo, lo que genera la sensación de culpa si no logramos acceder a los altos estándares de felicidad que se prometen. Confía en tu intuición y en ti.

 

El negocio no para de crecer: se estima que se venden más de 20 millones de libros de autoayuda al año y en época de pandemia se dice que aumentaron las ventas en un 40%. Arriesga para ganar.

 

Una explicación válida para este fenómeno puede verse en las condiciones de vida modernas o mejor dicho de la modernidad líquida o posmoderna en la que al parecer si no te mueres de hambre, una dictadura feroz te masacra o una inundación se lleva puesto todo lo tuyo, el siguiente problema que debes afrontar si tienes techo y comida asegurada, es el de encontrarle un propósito a tu propia existencia. Si a ello le sumamos la crisis de las religiones tradicionales y un poquito de incertidumbre por el encierro pandémico y de angustia vital, la cena está servida. Conoce tus habilidades.

 

Por otro lado junto a estos grandes cambios culturales y socioeconómicos de este posmodernismo, modernidad líquida o modernidad tardía (elija el autor y término que le guste) una de las mayores causales de estrés son la creciente invasión del libre mercado en todos los ámbitos de la vida que provocan este creciente individualismo. Y como ya se ha dicho, la idea del progreso continuo e ininterrumpido del capitalismo llevado al discurso científico hace que se inventen soluciones mágicas envueltas en discursos científicos o seudocientíficos. Comparte y regala. Enamórate!

 

            Ya lo dijo John Stuart Mill, no vale la pena hacer de la felicidad la meta principal de toda nuestra vida porque ni sabíamos qué era la felicidad, ni dónde buscarla y porque cuanto más nos empeñáramos, más nos íbamos a frustrar persiguiéndola. Sin quererlo descubrió así la paradoja hedónica: cuando más uno se empeña en ser feliz, más está boicoteando su propia felicidad. Crea tu realidad.

 

En definitiva, que quise descargarme con la moda del modo imperativo y hasta acá llegué en esta tarde de domingo, demasiado tarde para algunas cosas y demasiado temprano para otras. Como dice la canción: solamente muero los domingos, y los lunes ya me siento bien. Equivocarte es necesario para crecer.

 

Quiero sentirme infeliz por un ratito con mi café dominical, es mi derecho, pero mi tasa me lo impide con su bonita frase… Haz todas las cosas…

Azul casi transparente de Ryū Murakami. Los yonquis japoneses (reseña). Felipe Bochatay.



Buscando alguna novedad sobre la próxima novela de Haruki Murakami me topé con otro Murakami, un tal Ryū. De inmediato me picó la curiosidad, había llegado a Azul casi transparente sin pretenderlo.

Cuando comienzo a indagar sobre la novela descubro con sorpresa que no pertenece a Haruki, que fue escrita por Ryū Murakami en 1976, a sus tempranos 24 años de edad, y adaptada al cine, mereciendo tanto la novela como el film sendos premios dentro del Japón. Obtuvo el muy prestigioso premio Akutagawa.

De qué va la novela, pues de unos yonquis japoneses, muy jóvenes, que frecuentan una base militar estadounidense para divertirse, drogarse y tener sexo. Todo transcurre en esta breve novela de forma frenética, en muy cortos capítulos, en donde los personajes, chicos y chicas, deambulan por la ciudad buscando conflictos con terceros y entre ellos. Hay cruces amorosos, relaciones tóxicas, drogas duras, un detalle descarnado en primera persona, sexo y más sexo y drogas.

Como dije, la novela está narrada en primera persona por uno de los miembros del grupo, Ryu, quien sería una especie de guía o líder del grupo ya que la trama avanza teniéndolo en sus breves episodios como un protagonista siempre expectante.

Desde ya, cabe decir, teniendo esta primera aproximación a la obra de Ryū que los “dos Murakamis” no comparten, en sentido literario, más que la homonimia. Haruki suele presentarnos en sus largas, larguísimas novelas, personajes que como con Ryū son jóvenes pero que en aquel la trama avanza por universos extraños, teñidos de esa pátina de ensueño a que nos tiene acostumbrados Huruki Murakami.

En Ryū el texto es crudo, seco, de párrafos breves, son estocadas al corazón cada vez que la banda se sumerge en una sesión de drogas duras, sexo violento, maltrato físico y rock psicodélico. Inclusive se puede llegar a catalogar a esta novela como la “Trainspotting” japonesa, aunque escrita casi dos décadas antes pero con la misma descripción onírica de cada “chutazo”.



La literatura que desborda excesos por todos lados no aburre, más bien el morbo malsano se saber cómo sobreviven los casi adolescentes a tantas situaciones peligrosas hacen devorar el libro página tras página en algo que bien puede asemejarse a los yonquis de Burroughs o al caminar sobre el precipicio de Bukowsky.

En definitiva, una novela para leerla de un tirón y así poder sobrellevar el sinsentido de la vida de estos chicos y la frialdad absoluta del personaje principal al relatar los hechos.

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