“El sueño en el cual me sumí me recuperó; y, al
despertar, sentí de nuevo como si perteneciera a una raza de seres humanos como
yo” (Mary Shelley).
En
Europa el año de 1816 fue recordado como el “año sin verano”. Se debió a que el
Volcán Tambora, en Indonesia, entró en erupción hacia el 10 de abril de 1815, matando a 60.000 personas y
generando efectos devastadores en el clima, en particular para Europa, en donde
se dio un descenso brusco de la temperatura promedio. Esto se debió a las
grandes cantidades de dióxido de azufre que emitió hacia la atmósfera
provocando la reducción del calor solar que llegaba a la superficie de la
tierra.
Mientras
esto sucedía, en una mansión, más precisamente la mansión de Villa Diodati, en
Coligny, Suiza, un grupo de aburridos intelectuales se reunían a pasar una
temporada de descanso. Entre ellos estaban Lord Byron, su asistente John
Polidori, un tal Shelley y dos medias hermanas, una de ellas llamada Mary.
Tal
vez esta falta de sol, o quizás el aburrimiento, la oscuridad temprana, sumada
al consumo de láudano, los haya motivado escribir y contarse historias para
matar el tiempo empujados por uno de los veraneantes, el famoso Lord Byron.
Ya
conocidos por todos es la historia, Mary Goldwin, luego Shelley, amante en ese
momento de Percy Shelley y presa de una pesadilla recurrente, ideó el cuento “Frankenstein”
que dos años después se estiraría hasta convertirse en novela. Cabe mencionar
que Mary contaba con 18 años al momento de idear el Frankenstein.
La
historia de Shelley se centra en el clásico científico que experimenta, en este
caso con el “galvanismo”, pseudociencia de moda, y el jugar a ser Dios. El
resto es materia conocida. En 1818 se publica como una novela, y luego, hacia
1831, Mary Shelley reescribe parte de la obra quedando tal como la conocemos
ahora: “Frankenstein o el moderno Prometeo”.
Esa
obra, la novela publicada un 1° de enero de 1818, es considerada por muchos
como la primera obra de ciencia ficción, como la que da origen al género. Y si
bien para otros la ciencia ficción como género surge un siglo después con Hugo
Gernsback, escritor que daría nombre a los premios “Hugo” y su
“science-fiction” en su revista “Amazing Stories” de 1926, lo cierto
es que para el imaginario popular hablar de Frankenstein remite tanto al
científico loco que crea un monstruo (valga la acotación que lo del monstruo es
por una obra de teatro ya entrado el siglo XX, que se basa en la novela), y por
añadidura, a una creación en la que se toman partes distintas y se ensamblan
dando como resultado otra cosa nueva creada de ese rejunte y que no siempre es
de lo mejor.
Quizás
esta obra la convirtió en una de las escritoras más leídas en toda la historia
de la literatura planteando nada menos que temas tan diversos y urticantes como
la moral y Dios, la ética científica y los límites de la moral desde un punto
de vista filosófico.
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