31 marzo 2024

Hacia los orígenes de la Ciencia Ficción en Latinoamerica (Siglos XIX y XX). Felipe Bochatay.


 

Introducción.

En la entrada anterior nos quedamos en los albores del s. XIX. Pues bien, ahora vamos a adentrarnos de pleno en el s. XIX, el siglo de las grandes revoluciones, pero antes de comenzar a desarrollar las obras que traigo, tenemos que hacer referencia acerca de la evolución histórica del subcontinente para ponernos un tanto en contexto:

En América, hacia comienzos del s. XIX y hasta el año 1825, aproximadamente, se producen las luchas de independencia con la metrópoli y, a posteriori, el sangriento proceso de organización interna que tuvo luchas internas y un largo devenir que concluyó, hacia el último cuarto del siglo XIX, con la  constitución de los Estado naciones medianamente constituidas hacia adentro, cada una con su propia realidad. Tenemos lo que en ciencia política se denomina la “Formación de los estados nacionales”. Esto vamos a ver que va a influir en los distintos procesos de creación ficcional dado que las luchas fratricidas impidieron el normal desarrollo de las artes y de la vida productiva en general.

Si recordamos en la entrada anterior habíamos hecho una separación, arbitraria, aunque más o menos aceptada por la literatura especializada y a los solos fines expositivos, en donde ubicamos:

            Una proto-Ciencia Ficción, entre los siglos XVI y XVIII.

            A posteriori los inicios de la Ciencia Ficción propiamente dicha, en donde podemos subdividirla en dos etapas, a saber, los principios, o inicios, entre Mediados del s. XIX y el año 1900, etapa que se emparenta con los tiempos europeos: desde 1818 con “Frankenstein” hasta el año 1898 con “La Guerra de los mundos” de H. G. Wells y, dentro de estos inicios, una segunda etapa de consolidación de la Ciencia Ficción como género, entre 1900 y 1940, en donde podemos marcar acá un hito, el de Borges y su prólogo a Adolfo Bioy Casares en “La invención de Morel”, en que comienza una época de Transición hacia la tercera etapa denominada “Edad de oro de la Ciencia Ficción latinoamericana”, y que se extendería hasta bien entrados los '70 del siglo pasado.

Cubrir la proliferación de autores a lo largo de toda latinoamericana es imposible, por lo que en sucesivas entregas se irán presentando a los mayores exponentes de esta época.

En resumen, con esto quiero decir que la Ciencia Ficción llegó a todos los puntos de América Latina, algunos más antes que otros, pero en todas las regiones se desarrollaron con su propia impronta.

 

Algunos de los mayores exponentes.

A mero título ejemplificador: En 1816 se publica el cuento “Delirio” de Antonio José Valdes, cubano radicado en Argentina.

En 1829 Juan Egaña publica en Londres los “Oficios filosóficos y poéticos  en la Quinta de las Delicias, una obra que reúne tres escritos, entre ellos los diálogos “Conversaciones Filosóficas” en donde analiza los problemas de su tiempo usando el futuro imaginado como una crítica social de su presente.

Del año 1839 es la obra “Bosquejos de la Europa y de la América en 1900” de Fray Vicente Solano, Teólogo, orador, polemista y escritor ecuatoriano nacido en 1791. Además de escritor ficcional, también fue un prolífico escritor en periódicos donde publico interesantes artículos relacionados con la Entomología, Botánica, Geología, Meteorología y otras ciencias naturales. En su célebre opúsculo “Bosquejo de la Europa y de la América en 1900”, opina que la Europa será absorvida por la Rusia, y la América por los Estados Unidos del Norte.

En 1861, el venezolano Juan Vicente Camacho publica “Confesión auténtica de un ahorcado resucitado” en donde un grupo de cirujanos y filósofos traen a la vida a un hombre muerto para que cuente un secreto del pasado.

En 1872 Alejandro Tapia y Rivera publica en Puerto Rico la novela: “Póstumo el transmigrado”, en donde se relata la historia de un hombre que resucitó en el cuerpo de su enemigo. Dueño de una prosa simple, humorística e ingeniosa nos presenta al personaje principal, Póstumo  y la doctrina que sustenta la historia, la metempsicosis. La muerte y la vida y el transcurrir del tiempo llevarán el hilo de la historia en la que se presenta con toda certeza el mito de la reencarnación y las leyes naturales que gobiernan ese universo desarrollado con soltura a través de la acción de la novela y de los diálogos de los personajes, sobre todo de Póstumo.

En 1875 se publica “Historia de un muerto” del cubano Francisco Calcagno, este autor hispano-cubano fue hijo de médico, y aunque él se dedicó a la literatura y el periodismo, fue siempre un materialista convencido que utilizó la imprenta para divulgar sus ideas. Nació en 1827, cuando la isla era una provincia española, y murió cuando ya era una república independiente. A raíz de la posibilidad de que Cuba terminara siendo invadida por Estados Unidos, se exilió en Barcelona, donde publicó una segunda edición en el año 1898. Esta es una extraña obra literaria donde, desde la perspectiva del cadáver, nos va contando todo el proceso de descomposición post-mortem, propio de un tanatólogo, con todo lujo de detalles: "La religión pretende decirnos á donde va el alma; la química, hasta donde puede, nos revela en su árido lenguaje lo que se hace de la materia; el asunto es digno de pluma más idónea, y por eso nos sorprende que antes no se haya tratado de vulgarizarlo...". La característica particular del texto es que combina la prosa con el verso rimado.

Asimismo, del mismo autor tenemos “En busca del eslabón. Historia de monos”, novela publicada en el año 1888, que relata una expedición muy al estilo Julio Verne, donde un grupo científicos inicia la búsqueda del famoso “eslabón perdido darwiniano”. La obra a través de sus personajes refleja los problemas raciales de la época. Lo importante de esta obra es que Calcagcano deja atrás la novela cubana el quitrín y el abanico y sale a recorrer el mundo en busca de la ciencia y del origen del hombre.

En el año 1876,  Bernardino Torres Torrente publica “El ángel del bosque”.

Desde Chile nos llega en el año 1877 la obra “Desde Jupiter”, de Francisco Millares, novela en la que un chileno viaja a Júpiter y descubre los adelantos científicos y sociales en relación a la Tierra, todo desde una perspectiva positivista.

            El afamado escritor nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) publica, hacia el año 1896, en el diario “La Nación” de Buenos Aires, Argentina, su poco conocido relato fantástico “Verónica. Declarado admirador del norteamericano E. A. Poe, “Verónica”, o “La extraña muerte de fray Pedro”, como se conocería en la publicación en Mundial Magazine de París en 1913,  se narra la vida de un fraile que, curioso e insaciable por saber, se obsesiona con la cámara fotográfica proporcionada por un misterioso ser, y trata de retratar el espíritu de Dios dado que, de acuerdo a los cánones románticos, es el religioso invadido por el espíritu demoníaco de la ciencia y la curiosidad que incurre en la herejía como culmen moralizante de sus pecados.

            El fraile ofrece desde el comienzo el aspecto físico propio del científico loco, como veremos más adelante en posterior entrega: Flaco, anguloso, nervioso, pálido, dividía sus horas del convento entre la oración, la disciplina y el laboratorio.

            Sin embargo no debemos considerar agotada la lista con este breve repaso. Dejamos para posteriores entregas las obras de los argentinos Eduardo Holmberg, Horacio Quiroga, Lugones, Juana Manuela Gorriti; el venezolano Garmendia, también Nuñez; de Ecuador a Pablo Palacio, de México a Amado Nervo, de Uruguay a Filisberto Hernandez, de Perú a Hector Velarde y Clemente Palma, de Colombia a José A. Silva y Bernardino Torres, y así podríamos seguir...

             Temáticas y sub-géneros.

            Dentro de las temáticas tratadas en esta época encontramos una explosión de ideas que abarca prácticamente todos los géneros y temáticas. Como una muestra podemos mencionar:

Dentro de las Distopías: el poema Futura”, de 1896, de José Asunción Silva. Una distopía política: “El problema” de 1899 del guatemalteco Soto Hall, una distopía ecológica: “La corriente del golfo”, cuento ucrónico de Juan Manuel Planas (1920) o “El fin de la raza” de Eduardo Herrera, de 1910.

También más adelante encontraremos Distopías Nucleares: “Lima en Picada” de Hector Velarde o “La rebelión de los átomos” de W. Llorens.

Apocalípticas: de Julio Garmendia, “La realidad circundante”, de 1927, o Felisberto Hernandez con “Acunamiento” de 1929, también “La caja fiscal en 1986”, publicada en 1886 de Acisclo Villarán.

Al poner en tela de juicio la idea de la existencia de Dios y lo trascendental, el Darwinismo hizo mella en algunos autores que se tradujeron en teorías racistas: “El porvenir de los gorilas”, de Javier Aubuet o “En busca del eslabón. Historia de monos” ya comentada. En Perú: “La última rubia”, de Clemente Palma. En Argentina caló hondo con “Viaje a través de la estirpe”, “Izur”, ambas de Leopoldo Lugones  y “El mono que asesinó”, de Horacio Quiroga.

Asimismo cuestiones relacionadas con el control de la natalidad y la reproducción  sexual, de la mano de ideas eugenesicas y del maltusianismo, surgieron  “Eugenia: Esbozo novelesco de costumbres futuras”, una novela del  escritor mexicano Eduardo Urzaiz, publicada en 1919. También encontramos “El regreso de Eva” del venezolano Federico León Madriz de 1933.

La creación de vida está presente con “El hombre artificial” de Horacio Quiroga, o con Eduardo Holmberg y quizás su obra más famosa: “Horacio Kalibang o los autómatas”, que trataré en posterior entrega.

La transculturación y el transhumanismo están también presentes dado que la representación del mundo aborigen se entrecruza con la modernidad, así tenemos “El monedero” de 1861 del mexicano Nicolás Pizarro Suarez. O “Neocentauro” o “Confidencias de un automovilista refinado” de 1929, donde se pone en evidencia la simbiosis de lo artificial con lo biológico.

Los mundos paralelos o interplanetarios también están presentes como en la afamada obraLa trama celeste” de Adolfo Bioy Casares o “Pesadilla drolática (impresiones de veinticuatro horas de fiebre)” de Carlos Bunge, de 1906.

Un caso particular es el paso del cometa Halley visitando nuestro planeta en 1910 como fenómeno en sí mismo. Este acontecimiento, que generó mucho miedo e inquietudes en todo el mundo sirvió como piedra de toque para que se produjeran algunas obras de valor en torno a este temática: “Apocaliptica” de 1883 y “El día trágico”, de 1910, ambas de Ricardo Palma. También “Febri-Morbo”, de 1898 de Enrique Albújar.

Semejanzas y diferencias con otros géneros. (¿una pura cuestión terminológica?)

Este siglo XIX que comienza con una explosión de obras y que termina con una cantidad de trabajos imposibles de documentar contienen una combinación de diferentes clasificaciones y/o definiciones que van desde la fantasía, la fanta-ciencia y el “realismo mágico”, la prima latinoamericana de la Ciencia Ficción.



El realismo mágico es un movimiento literario surgido en América Latina a mediados del siglo XX (entre las décadas del '60 y '70). En sus obras se representó lo fantástico, lo irreal y lo extraño de la manera más común y cotidiana posible. Puede catalogarse como un proceso dentro de las literaturas poscoloniales intentando conciliar la realidad de los colonizadores con la de los colonizados. Sin embargo es más que eso. El realismo mágico fue un estilo narrativo sumamente popular, de la mano de autores como Gabriel García Márquez y su “Cien años de soledad” (1967).

Características del realismo mágico

Son relatos contados con las estrategias del realismo, pero abordando anécdotas fantásticas, irreales o maravillosas, que se maneja con plena cotidianidad, sin sorprender a nadie, ni proveer explicaciones.

Sus relatos prefieren los escenarios pobres, marginales. Se utilizan mayormente descripciones sensoriales de la realidad. Abundan las rupturas de planos temporales. Ejemplos de ellos son: “La casa de los espíritus” de Isabel Allende, “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo o “Doña Flor y sus dos maridos”, de Jorge Amado.

 Peculiaridades de la Ciencia Ficción latinoamericana:

La Ciencia Ficción latinoamericana presenta algunas peculiaridades que la identifican y caracterizan con relación a la producción de la época norteamericana o europea:

* Publicaciones de cuentos en revistas y diarios con escasa publicación en formato de libro.

* Los autores publican con otros pseudónimos o con iniciales.

* Se considera todavía una actividad menor, de evasión, algo lúdico.

* Una de las características más importante es que entre estas obras está patente la ausencia significativa de datos empíricos científicos que sustenten la trama. Esto se debe, en definitiva el desapego a la validación científica de los hechos narrados, al contexto socio-económico en el que surgen las obras, marcados por la ausencia de un desarrollo económico equiparable al de las naciones centrales.

* Algunos teóricos le atribuyen un carácter “literario” a la Ciencia Ficción latinoamericana en contraposición a la Ciencia Ficción dura norteamericana en que predomina la parte científica, esta es autoreferencial, es decir, realista, porque refiere a una sociedad particular y específica ficcional que se propone la tarea de explicar el mundo. Los latinoamericanos, en cambio, se volcaron por el lado de lo fantástico, la imaginativa e inventiva en donde la oposición entre la realidad y la ficción desaparece, porque precisamente la categoría “fantástico” es hacer literatura, pero marginal, e influenciada por E.T.A. Hoffmann, Shelley o Poe; como es el caso de Holmberg, Quiroga y Pablo Palacio.

 


Aunque América Latina no se ha caracterizado por generar una ciencia ficción dura en un sentido clásico (es decir, en el sentido en que se lo entiende en el mundo de habla inglesa), aunque la reflexión en torno a las ciencias y a la tecnología ha estado presente desde sus inicios. Si en un primer momento fueron las ciencias médicas y un fuerte biologicismo lo que dominó la reflexión en consonancia con las búsquedas filosóficas del positivismo, la llegada del s. XX marcará un abandono del racionalismo en favor de las pseudociencias en el momento en que éstas se convierten objetos de consumo de la cultura de masas al perder su basamento epistemológico y experimental, como veremos más adelante. 

Finalmente podemos decir que el máximo exponente de esta primera época que se encabalga entre los dos siglos, a la luz de los estudios literarios, fue el argentino Eduardo Holmberg. Si bien puede ser posterior a otros autores, la importancia y fama que tuvo entre sus contemporáneos fue mayúscula comparada con otros de la época. 

Continuará... 

Texto original publicado en: https://www.ciencia-ficcion.com/opinion/op02943.htm


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