Introducción.
En la entrada anterior nos
quedamos en los albores del s. XIX. Pues bien, ahora vamos a adentrarnos de
pleno en el s. XIX, el siglo de las grandes revoluciones, pero antes de
comenzar a desarrollar las obras que traigo, tenemos que hacer referencia
acerca de la evolución histórica del
subcontinente para ponernos un tanto en contexto:
En América, hacia comienzos del s. XIX y hasta el año 1825, aproximadamente,
se producen las luchas de independencia con la metrópoli y, a posteriori, el
sangriento proceso de organización interna que tuvo luchas internas y un largo
devenir que concluyó, hacia el último cuarto del siglo XIX, con la constitución de los Estado naciones
medianamente constituidas hacia adentro, cada una con su propia realidad.
Tenemos lo que en ciencia política se denomina la “Formación de los estados
nacionales”. Esto vamos a ver que va a influir en los distintos procesos de
creación ficcional dado que las luchas fratricidas impidieron el normal
desarrollo de las artes y de la vida productiva en general.
Si recordamos en la entrada anterior habíamos hecho una separación,
arbitraria, aunque más o menos aceptada por la literatura especializada y a los
solos fines expositivos, en donde ubicamos:
Una proto-Ciencia Ficción,
entre los siglos XVI y XVIII.
A posteriori los inicios de la
Ciencia Ficción propiamente dicha, en donde podemos subdividirla en dos
etapas, a saber, los principios, o inicios,
entre Mediados del s. XIX y el año 1900, etapa que se emparenta con los tiempos
europeos: desde 1818 con “Frankenstein” hasta el año 1898 con “La Guerra de los
mundos” de H. G. Wells y, dentro de estos inicios, una segunda etapa de consolidación de la Ciencia Ficción como género, entre 1900 y 1940, en donde
podemos marcar acá un hito, el de Borges y su prólogo a Adolfo Bioy Casares en
“La invención de Morel”, en que comienza una época de Transición hacia la tercera etapa denominada “Edad de oro de la Ciencia Ficción latinoamericana”, y que se extendería hasta
bien entrados los '70 del siglo pasado.
Cubrir la proliferación de autores a lo largo de toda
latinoamericana es imposible, por lo que en sucesivas entregas se irán
presentando a los mayores exponentes de esta época.
En resumen, con esto quiero decir que la Ciencia Ficción llegó a todos los puntos de América Latina,
algunos más antes que otros, pero en todas las regiones se desarrollaron
con su propia impronta.
Algunos de los mayores exponentes.
A mero título ejemplificador: En 1816 se publica el cuento “Delirio” de Antonio José Valdes, cubano radicado en Argentina.
En 1829 Juan Egaña publica en Londres los “Oficios
filosóficos y poéticos en la Quinta de las Delicias”, una obra que reúne tres escritos, entre ellos los diálogos “Conversaciones Filosóficas” en donde
analiza los problemas de su tiempo usando el futuro imaginado como una crítica
social de su presente.
Del año 1839 es la obra “Bosquejos de la Europa y de la
América en 1900” de Fray Vicente Solano, Teólogo, orador, polemista y
escritor ecuatoriano nacido en 1791. Además de escritor ficcional, también fue
un prolífico escritor en periódicos donde publico interesantes artículos
relacionados con la Entomología, Botánica, Geología, Meteorología y otras
ciencias naturales. En su
célebre opúsculo “Bosquejo de la Europa y de la América en 1900”, opina
que la Europa será absorvida por la Rusia, y la América por los Estados Unidos
del Norte.
En 1861, el venezolano Juan Vicente Camacho publica “Confesión
auténtica de un ahorcado resucitado” en donde un grupo de cirujanos y
filósofos traen a la vida a un hombre muerto para que cuente un secreto del
pasado.
En 1872 Alejandro Tapia y Rivera publica en Puerto Rico la
novela: “Póstumo el transmigrado”, en donde se relata la historia de un hombre que resucitó en
el cuerpo de su enemigo. Dueño de una prosa simple, humorística e ingeniosa
nos presenta al personaje principal, Póstumo
y la doctrina que sustenta la historia, la metempsicosis. La muerte y la
vida y el transcurrir del tiempo llevarán el hilo de la historia en la que se
presenta con toda certeza el mito de la reencarnación y las leyes naturales que
gobiernan ese universo desarrollado con soltura a través de la acción de la
novela y de los diálogos de los personajes, sobre todo de Póstumo.
En 1875 se publica “Historia de un muerto” del cubano
Francisco Calcagno, este autor hispano-cubano fue hijo de médico, y aunque
él se dedicó a la literatura y el periodismo, fue siempre un materialista convencido
que utilizó la imprenta para divulgar sus ideas. Nació en 1827, cuando la isla
era una provincia española, y murió cuando ya era una república independiente.
A raíz de la posibilidad de que Cuba terminara
siendo invadida por Estados Unidos,
se exilió en Barcelona, donde
publicó una segunda edición en el año 1898. Esta es una extraña obra literaria
donde, desde la perspectiva del cadáver, nos va contando todo el proceso de
descomposición post-mortem, propio de un tanatólogo, con todo lujo de detalles:
"La religión pretende decirnos á donde va el alma; la química, hasta
donde puede, nos revela en su árido lenguaje lo que se hace de la materia; el
asunto es digno de pluma más idónea, y por eso nos sorprende que antes no se
haya tratado de vulgarizarlo...". La característica particular del
texto es que combina la prosa con el verso rimado.
Asimismo, del mismo autor tenemos “En busca del eslabón.
Historia de monos”, novela publicada en el año 1888, que relata una
expedición muy al estilo Julio Verne, donde un grupo científicos inicia la
búsqueda del famoso “eslabón perdido darwiniano”. La obra a través de sus
personajes refleja los problemas raciales de la época. Lo importante de esta
obra es que Calcagcano deja atrás la novela cubana el quitrín y el abanico y
sale a recorrer el mundo en busca de la ciencia y del origen del hombre.
En el año 1876,
Bernardino Torres Torrente publica “El ángel del bosque”.
Desde Chile nos llega en el año 1877 la obra “Desde
Jupiter”, de Francisco Millares, novela en la que un chileno viaja a
Júpiter y descubre los adelantos científicos y sociales en relación a la
Tierra, todo desde una perspectiva positivista.
El afamado escritor nicaragüense Rubén
Darío (1867-1916) publica, hacia el año 1896, en el diario “La
Nación” de Buenos Aires, Argentina, su poco conocido relato fantástico “Verónica”. Declarado
admirador del norteamericano E. A. Poe, “Verónica”, o “La extraña muerte de fray
Pedro”, como se conocería en la publicación en Mundial Magazine de París
en 1913, se narra la vida de un fraile
que, curioso e insaciable por saber, se obsesiona con la cámara fotográfica
proporcionada por un misterioso ser, y trata de retratar el espíritu de
Dios dado que, de acuerdo a los cánones románticos, es el religioso invadido
por el espíritu demoníaco de la ciencia y la curiosidad que incurre en la
herejía como culmen moralizante de sus pecados.
El fraile ofrece desde el comienzo
el aspecto físico propio del científico loco, como veremos más adelante en
posterior entrega: Flaco,
anguloso, nervioso, pálido, dividía sus horas del convento entre la oración, la
disciplina y el laboratorio.
Sin embargo no debemos considerar
agotada la lista con este breve repaso. Dejamos para posteriores entregas las
obras de los argentinos Eduardo Holmberg, Horacio Quiroga, Lugones, Juana
Manuela Gorriti; el venezolano Garmendia, también Nuñez; de Ecuador a Pablo
Palacio, de México a Amado Nervo, de Uruguay a Filisberto Hernandez, de Perú a
Hector Velarde y Clemente Palma, de Colombia a José A. Silva y Bernardino
Torres, y así podríamos seguir...
Dentro de las temáticas tratadas en esta época
encontramos una explosión de ideas que abarca prácticamente todos los géneros y
temáticas. Como una muestra podemos mencionar:
Dentro de las Distopías:
el poema “Futura”, de 1896, de José Asunción Silva.
Una distopía política: “El problema” de 1899 del guatemalteco Soto Hall,
una distopía ecológica:
“La corriente del golfo”, cuento ucrónico de Juan Manuel Planas (1920) o
“El fin de la raza” de Eduardo Herrera, de 1910.
También más adelante
encontraremos Distopías Nucleares: “Lima en Picada” de Hector Velarde o
“La rebelión de los átomos” de W. Llorens.
Apocalípticas: de Julio Garmendia, “La realidad
circundante”, de 1927, o Felisberto Hernandez con “Acunamiento” de 1929, también “La caja fiscal en 1986”, publicada en
1886 de Acisclo Villarán.
Al poner en tela de
juicio la idea de la existencia de Dios y lo trascendental, el Darwinismo hizo
mella en algunos autores que se tradujeron en teorías racistas: “El porvenir
de los gorilas”, de Javier Aubuet o “En busca del eslabón. Historia de
monos” ya comentada. En Perú: “La última rubia”, de Clemente Palma.
En Argentina caló hondo con “Viaje a través de la estirpe”, “Izur”,
ambas de Leopoldo Lugones y “El mono
que asesinó”, de Horacio Quiroga.
Asimismo cuestiones
relacionadas con el control de la natalidad y la reproducción sexual, de la mano de ideas eugenesicas y del
maltusianismo, surgieron “Eugenia:
Esbozo novelesco de costumbres futuras”, una novela del escritor mexicano Eduardo Urzaiz, publicada
en 1919. También encontramos “El regreso de Eva” del venezolano Federico
León Madriz de 1933.
La creación de vida está
presente con “El hombre artificial” de Horacio Quiroga, o con Eduardo
Holmberg y quizás su obra más famosa: “Horacio Kalibang o los autómatas”,
que trataré en posterior entrega.
La transculturación y el
transhumanismo están también presentes dado que la representación del mundo
aborigen se entrecruza con la modernidad, así tenemos “El monedero” de
1861 del mexicano Nicolás Pizarro Suarez. O “Neocentauro” o “Confidencias
de un automovilista refinado” de 1929, donde se pone en evidencia la
simbiosis de lo artificial con lo biológico.
Los mundos paralelos o
interplanetarios también están presentes como en la afamada obra “La trama celeste” de Adolfo Bioy
Casares o “Pesadilla drolática (impresiones de veinticuatro horas de fiebre)”
de Carlos Bunge, de 1906.
Un caso particular es el
paso del cometa Halley visitando nuestro planeta en 1910 como fenómeno en sí
mismo. Este acontecimiento, que generó mucho miedo e inquietudes en todo el
mundo sirvió como piedra de toque para que se produjeran algunas obras de valor
en torno a este temática: “Apocaliptica” de 1883 y “El día trágico”,
de 1910, ambas de Ricardo Palma. También “Febri-Morbo”, de 1898 de
Enrique Albújar.
Semejanzas y diferencias con otros géneros. (¿una pura cuestión terminológica?)
Este siglo XIX que comienza con una explosión de obras y que termina con una cantidad de trabajos imposibles de documentar contienen una combinación de diferentes clasificaciones y/o definiciones que van desde la fantasía, la fanta-ciencia y el “realismo mágico”, la prima latinoamericana de la Ciencia Ficción.
El realismo
mágico es un
movimiento literario surgido en América Latina a mediados del siglo XX (entre
las décadas del '60 y '70). En sus obras se representó lo fantástico, lo irreal
y lo extraño de la manera más común y cotidiana posible. Puede catalogarse como
un proceso dentro de las literaturas poscoloniales intentando conciliar la
realidad de los colonizadores con la de los colonizados. Sin embargo es más que
eso. El realismo mágico fue un estilo narrativo sumamente popular, de la mano
de autores como Gabriel García Márquez y su “Cien años de soledad” (1967).
Características
del realismo mágico
Son relatos contados con las estrategias del realismo, pero
abordando anécdotas
fantásticas, irreales o maravillosas, que se maneja con plena
cotidianidad, sin sorprender a nadie, ni proveer explicaciones.
Sus relatos prefieren los escenarios pobres, marginales. Se
utilizan mayormente descripciones sensoriales de la realidad. Abundan las rupturas de planos
temporales. Ejemplos de ellos son: “La casa de los espíritus” de
Isabel Allende, “Pedro
Páramo”, de Juan Rulfo o “Doña Flor y sus dos maridos”, de Jorge
Amado.
Peculiaridades de la Ciencia Ficción latinoamericana:
La Ciencia
Ficción latinoamericana presenta algunas peculiaridades que la identifican y
caracterizan con relación a la producción de la época norteamericana o europea:
*
Publicaciones de cuentos en revistas y diarios con escasa publicación en
formato de libro.
* Los autores
publican con otros pseudónimos o con iniciales.
* Se
considera todavía una actividad menor, de evasión, algo lúdico.
* Una de las
características más importante es que entre estas obras está patente la
ausencia significativa de datos empíricos científicos que sustenten la trama.
Esto se debe, en definitiva el desapego a la validación científica de los
hechos narrados, al contexto socio-económico en el que surgen las obras,
marcados por la ausencia de un desarrollo económico equiparable al de las
naciones centrales.
* Algunos
teóricos le atribuyen un carácter “literario” a la Ciencia Ficción
latinoamericana en contraposición a la Ciencia Ficción dura norteamericana
en que predomina la parte científica, esta es autoreferencial, es decir,
realista, porque refiere a una sociedad particular y específica ficcional que
se propone la tarea de explicar el mundo. Los latinoamericanos, en cambio, se volcaron
por el lado de lo fantástico, la imaginativa e inventiva en donde la oposición
entre la realidad y la ficción desaparece, porque precisamente la categoría
“fantástico” es hacer literatura, pero marginal, e influenciada por E.T.A.
Hoffmann, Shelley o Poe; como es el caso de Holmberg, Quiroga y Pablo Palacio.
Aunque América Latina no se ha caracterizado por generar una ciencia ficción dura en un sentido clásico (es decir, en el sentido en que se lo entiende en el mundo de habla inglesa), aunque la reflexión en torno a las ciencias y a la tecnología ha estado presente desde sus inicios. Si en un primer momento fueron las ciencias médicas y un fuerte biologicismo lo que dominó la reflexión en consonancia con las búsquedas filosóficas del positivismo, la llegada del s. XX marcará un abandono del racionalismo en favor de las pseudociencias en el momento en que éstas se convierten objetos de consumo de la cultura de masas al perder su basamento epistemológico y experimental, como veremos más adelante.
Finalmente podemos decir que el máximo exponente de esta primera época que se encabalga entre los dos siglos, a la luz de los estudios literarios, fue el argentino Eduardo Holmberg. Si bien puede ser posterior a otros autores, la importancia y fama que tuvo entre sus contemporáneos fue mayúscula comparada con otros de la época.
Continuará...
Texto original publicado en: https://www.ciencia-ficcion.com/opinion/op02943.htm
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