06 marzo 2022

"UNA CARTA MISTERIOSA". Felipe Bochatay.

 



Hace un tiempo, cuando los acordes de la crisis tocaban su punto más alto, recibí una carta en el buzón de mi vieja oficina en donde me dedicaba a los negocios de exportación e importación de productos provenientes del África. Dicho apartamento, de escasas comodidades, brindaba el lugar adecuado para poder celebrar el malsano hobby que ocupaba la mitad de mi tiempo laboral. Ella era mi sesión diaria de viajes espaciales a través de la lectura frenética de breves y baratas novelitas de ciencia ficción escritas a destajo por escritores que vendían sus palabras por centavos.

 Para mayor abundamiento debo decir que fue allá en el tiempo, hace ya mucho, diría que sucedió hace casi un siglo para mi cuerpo. La carta, del tamaño de las cartas ordinarias, de unas pocas hojas pringosas, no contenía ningún matasellos ni alguna inscripción que advirtiera sobre su procedencia ni sobre su contenido, sólo algunas manchas de grasa o aceite y el aspecto sucio de un sobre arrugado o ajado por manos inexpertas, por el paso del tiempo o por un cartero negligente.

Lamentablemente en esa época, como le pasaba a todo el mundo en esos años en que comenzaba la interminable depresión económica mundial y el desmoronamiento de los gobiernos democráticos de ésta orbe, estaba absorto en la búsqueda de una salida a mi acuciante situación. Las deudas arreciaban y los acreedores amenazaban ya con apersonarse en mi domicilio particular o directamente en quebrarme las piernas. La lectura de esas novelitas permitía sobrellevar ese vendaval y me alejaban del abismo del suicidio por oprobio, tanto en la vida real como en la onírica.

Nada de eso había ocurrido hasta ese momento, pero supuse en ese tiempo que dado el colapso de la economía del país, hasta los que ya no esperaban nada estaban desesperados.

 De tal manera que en definitiva el sobre durmió unos meses entre otros papeles olvidados por la urgencia. La crisis económica se trasladó a mi hogar, de tal manera que mi esposa me abandonó, junto a nuestra pequeña niña, constituyendo su nueva vida en la casa de su madre. Como la relación con mi suegra nunca fue óptima ni mucho menos, me abstuve de visitarla, así la relación se fue diluyendo con el paso de los días y ella tampoco hizo esfuerzo por recomponer la relación, fue el tiempo en que los suicidios arreciaban en la calle. El hambre y los quebrantos económicos iban unidos de la mano danzando en forma macabra con la Parca.

Al quedarme sólo mudé mi oficina a mi domicilio particular, total que mi trabajo en esos días estaba más que devaluado y poco requerido. Al organizar la mudanza con mi joven ayudante y aprendiz encontré o me encontró nuevamente el ajado sobre que en ese momento abrí como urgido por una imperiosa orden metafísica, mientras en la radio los anuncios histéricos de los cronistas hablaban de una nueva caída de la bolsa de comercio y cosas por el estilo. Era inminente la caída del gobierno por parte de un sector militar apañado por la Iglesia.

Los dedos me temblaban increíblemente y nada de mi cuerpo tenía control. Literalmente temblaba como una hoja sin saber en ese momento fehacientemente a qué atribuirlo, las hojas quemaban en mis manos haciéndome saber su queja por no haber profanado el sobre tiempo antes.

Lo que sigue a continuación es un manuscrito que de acuerdo a mis cálculos puede datar de treinta años atrás, es decir, de principios de siglo. La letra de quien escribió lo que sigue delata a través de sus cuatro escasas hojas la caída en la desesperación y locura en que progresivamente palabra a palabra va cayendo la mano autora.

Ahora y ya lejos en el tiempo, a más de veinte años de la apertura del dichoso y profético sobre y los acontecimientos extraños que estamos viviendo hace un par de días, dejo a los pocos -si es que queda alguno, luego de este frenesí que hay en las calles y que poco a poco inunda las metrópolis- lectores que puedan tener acceso la crítica sobre el vaticinio del apocalipsis que se avecina.

He aquí lo prometido:

“Es una verdad de Perogrullo que el sueño en que uno se ve perseguido o atacado por la espalda y sin poder huir es común a todas las sociedades. Lo que puede cambiar es el contexto, supongo que un indio de la polinesia no huye portando un maletín ni vestido con un fino traje y sobrero. Este tipo de sueño atañe con mayor frecuencia a estudiantes o presos. Eso ya lo habíamos descubierto en el año 189.., en el “Instituto de investigación del sueño y sus anomalías” de… (me reservo el nombre del Instituto para no perjudicar a terceras personas que podrían quedar inmersas en un serio problema de ventilarse este manuscrito, aunque dudo que alguien en el planeta otorgue un ápice de veracidad al relato que dejo).

Estos sueños reflejan normalmente el temor a la pérdida de un afecto o en las mujeres en particular el deseo de ser cortejada.

Sobre ello estábamos departiendo con el Dr. … cuando los pacientes durmientes de prueba que con nuestros recursos habíamos contratado para que precisamente duerman en nuestro Instituto y nos relaten sus sueños, comenzaron al unísono a temblar como en un estado de convulsión.

Algunos dormían por obra de una nueva droga que un colega estaba estudiando y aunque hoy esto puede ser una grave falta ética, los durmientes no sabían que eran drogados antes de caer en el sueño.

La cuestión es que esto en los escasos meses de estudio nunca había ocurrido. Ocasionalmente uno de los durmientes despertaba sobresaltado como podría hacerlo cualquier persona normal pero nunca estuvo ni en nuestras más afiebradas teorías que todos los durmientes comenzaran a vibrar y temblar como si estuvieran unidos en el mismo sueño o en todo caso una pesadilla. Lo misterioso es que los pacientes de control, es decir, los que no drogábamos para dormir también se retorcían en sus catres como poseídos por el más allá.

A los pocos segundos se tranquilizaron tan al unísono como cuando segundos antes comenzaron a temblar como posesos. El Dr. … osó esbozar una teoría pero fue descartada por nuestro becario, el Sr. … quien no dudó en filosofar en voz alta: ‘Los sueños son una experiencia poderosa, universal, todos los seres humanos dormimos, y todos soñamos…’. Al unísono fue interrumpido por el resto de los presentes que despiertos en la sala lo observaban atónitos.

Luego la noche transcurrió con absoluta normalidad respetando los períodos de sueño que los días anteriores habíamos registrado. Cuando todos despertaron no observamos nada que haga referencia a los que percibimos, a las extrañas convulsiones y movimientos uniformes. Todos volcaron sus primeros recuerdos en las planillas que siempre les dábamos para completar y luego se retiraron.

Ya solos en la insomne mañana comenzamos a debatir sin llegar a ninguna conclusión contundente. Nos retiramos sin saludarnos, tan absortos y desconcertados estábamos.

La noche siguiente tuvimos a exactamente los mismos durmientes, menos uno que fue reemplazado por un estudiante del Instituto que había sido desalojado de la pensión en que vivía por falta de pago; sería otro que esporádicamente también dormía en nuestra sala. La noche transcurrió con absoluta normalidad hasta las tres de la madrugada en que los durmientes que previamente habíamos drogado comenzaron a temblar con intervalos de tres o cuatro segundos. Los otros, a quienes habíamos administrado placebos nada hicieron más allá de los movimientos oculares de lo que llamamos estos REM.

Rápidamente comenzamos a dudar del Dr. …. quien era el que preparaba la droga. El Dr. … sólo atinó a repetir lo que ya sabíamos el resto de los presentes, la droga estaba construida a base de una potente toxina de una planta del lejano amazonas brasileño, en Sudamérica. Luego ya nada sabía ni él ni nosotros. La planta había sido obtenida de una tribu en lo profundo del Amazonas, robada casi a un brujo que había adquirido el hábito del alcoholismo europeo y que la malvendió solicitando a cambio dos o tres litros de barato whisky irlandés.

Sin dudas el origen de las convulsiones obedecía a los efectos excesivos y sorpresivos del extracto de la planta. El Dr. … lo único que sabía era que la planta elevaba a los que la consumían a un lugar etéreo dentro de los sueños, o por lo menos eso había entendido a través de su intérprete. Cuando volvió a la civilización con las plantas comenzó a sintetizar su elixir.

Las discusiones no cesaron ese día, los sueños, todos lo sabíamos en esos años, son ventanas que permiten escudriñar la psiquis al revelar donde se refugian los deseos incumplidos, aunque nuestro avasallante positivismo nos impedía ver lo que se avecinaba. Nuestra corriente de pensamiento, basada en hechos completamente demostrables y contrastables, evitó considerar que los sueños contienen un elemento premonitorio, a través del cual revelan las fuerzas del destino y la realidad que todavía no ha llegado.

Lamentablemente las convulsiones de nuestros durmientes siguieron siendo el principal obstáculo para el experimento. Y con los días nada mejoró. Así sin que mediara presión alguna el Sr. … se decidió a ofrecerse como conejo de indas. Una dosis mayor a la que veníamos probando se le inyectó mientras un ayudante de los pocos que quedan se esfuerza por contener las convulsiones del Sr. … quien muerde un madero para no tragarse su lengua o amputársela con sus propios dientes, tal el poder de sus movimientos involuntarios. Poco a poco su cuerpo entra en un mortuorio reposo y sus músculos se relajan dando lugar a una respiración entrecortada pero más liviana. De todo esto, como es de esperar, nada fue registrado dado que hubiera valido nuestra expulsión de la Universidad.

Al despertar su rostro  es el de una persona que sufrió una apoplejía. El horror fue propio y ajeno. Personal y compartido. Eso lo supimos al cotejar las tablillas con las descripciones de los pacientes durmientes que como en un examen de una escuela de niños parecen copiados de un mismo alumno.

El Sr. … manifiesta una extraña sensación que no se anima a describir pero que se manifiesta repetidamente en su mente ahora que está despierto.

Por la tarde comienza a manifestar extrañas sensaciones y visiones. No duda en querer participar nuevamente en el experimento.

Lo que sigue es un breve resumen de los hechos que sucedieron dado que el caos y el descontrol hundieron el trabajo en el paroxismo de lo irreal. En los pocos días en que se pudo seguir experimentando los sueños se tornaron al decir de los durmientes en monstruosos inclusive para el resto de los durmientes. Algunos abandonaron el proyecto antes de cobrar el magro dinero que ofrecíamos por las pruebas.

Carentes de todo apoyo de la Universidad la desesperación se apoderó de nosotros. Mi colega y yo, junto a los cinco o seis colaboradores que quedaban, decidimos inyectarnos y viajar al sueño colectivo. Debía saber qué era tan apocalíptico como para que los durmientes corrieran despavoridos de nuestras habitaciones de estudio para no volver.

Hoy pude establecer contacto. Ya lo sé todo. El fin está cerca. Las puertas del infierno se han abierto, el demonio de los sueños ha pasado a nuestra dimensión a través de nosotros y de la droga que nos ha transformado en sus puertas a esta realidad. El Dios caído y Rey de las pesadillas fue liberado nuevamente en la Tierra y todo por culpa mía y el Dr. ....

Por tal motivo acabo con mi vida en este preciso instante, que Dios me perdone y me acoja en su gloria, el fin no tardará en manifestarse tarde o temprano pues los días y las horas en los sueños transcurren a otra velocidad que en la realidad. Más temprano que tarde los jinetes del Rey llegarán. Sus planes podrán demorar en nuestra realidad para dentro de unos años, pero en los sueños ya están acá, en nuestra vida onírica. Están preparando el terreno, el mundo tal como lo conozco ya no pronto no existirá.

Dejo este manuscrito mientras pueda seguir escribiendo… Logré desfilar por una hilera de piedras suspendidas en el agua. Burbujas brotaban del agua que sin duda están putrefactas. No siento olor, pero es y lo sé, porque estoy soñando. Lo percibo, las cosas de mi alrededor están en blanco y negro, ese es un indicio muy fuerte de que estoy soñando y que no podré salir…

La caída será pronta…”

 


No sé qué quisieron decir estos chiflados, pero como si de una llave que abre una pesada puerta se tratara la lectura de estas hojas dementes, por las rendijas de mí persiana estoy viendo algo que no dan crédito mis ojos.

A mi mente llega una frase, un recuerdo, y es que cuando los guardianes perdieron el honor descendieron desde los cielos. Atacaron sin piedad ángeles alados con armas milenarias.

Gigantes de tres o cuatro metros, hermosos hasta la indecible, de alas blancas como las nubes más bellas están descendiendo de los cielos destruyendo todo a su paso. Los dementes lo adelantaron desde sus sueños, el mundo era su hogar, vuelven por él y yo lo estoy observando desde mi ventana…

FELIPE BOCHATAY

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