Hace un tiempo, cuando los acordes de la
crisis tocaban su punto más alto, recibí una carta en el buzón de mi vieja
oficina en donde me dedicaba a los negocios de exportación e importación de
productos provenientes del África. Dicho apartamento, de escasas comodidades,
brindaba el lugar adecuado para poder celebrar el malsano hobby que ocupaba la
mitad de mi tiempo laboral. Ella era mi sesión diaria de viajes espaciales a
través de la lectura frenética de breves y baratas novelitas de ciencia ficción
escritas a destajo por escritores que vendían sus palabras por centavos.
Para mayor abundamiento debo decir que fue
allá en el tiempo, hace ya mucho, diría que sucedió hace casi un siglo para mi
cuerpo. La carta, del tamaño de las cartas ordinarias, de unas pocas hojas
pringosas, no contenía ningún matasellos ni alguna inscripción que advirtiera
sobre su procedencia ni sobre su contenido, sólo algunas manchas de grasa o
aceite y el aspecto sucio de un sobre arrugado o ajado por manos inexpertas,
por el paso del tiempo o por un cartero negligente.
Lamentablemente en esa época, como le
pasaba a todo el mundo en esos años en que comenzaba la interminable depresión
económica mundial y el desmoronamiento de los gobiernos democráticos de ésta
orbe, estaba absorto en la búsqueda de una salida a mi acuciante situación. Las
deudas arreciaban y los acreedores amenazaban ya con apersonarse en mi
domicilio particular o directamente en quebrarme las piernas. La lectura de
esas novelitas permitía sobrellevar ese vendaval y me alejaban del abismo del
suicidio por oprobio, tanto en la vida real como en la onírica.
Nada de eso había ocurrido hasta ese
momento, pero supuse en ese tiempo que dado el colapso de la economía del país,
hasta los que ya no esperaban nada estaban desesperados.
De tal manera que en definitiva el sobre
durmió unos meses entre otros papeles olvidados por la urgencia. La crisis
económica se trasladó a mi hogar, de tal manera que mi esposa me abandonó,
junto a nuestra pequeña niña, constituyendo su nueva vida en la casa de su
madre. Como la relación con mi suegra nunca fue óptima ni mucho menos, me
abstuve de visitarla, así la relación se fue diluyendo con el paso de los días
y ella tampoco hizo esfuerzo por recomponer la relación, fue el tiempo en que
los suicidios arreciaban en la calle. El hambre y los quebrantos económicos
iban unidos de la mano danzando en forma macabra con la Parca.
Al quedarme sólo mudé mi oficina a mi
domicilio particular, total que mi trabajo en esos días estaba más que
devaluado y poco requerido. Al organizar la mudanza con mi joven ayudante y
aprendiz encontré o me encontró nuevamente el ajado sobre que en ese momento
abrí como urgido por una imperiosa orden metafísica, mientras en la radio los
anuncios histéricos de los cronistas hablaban de una nueva caída de la bolsa de
comercio y cosas por el estilo. Era inminente la caída del gobierno por parte
de un sector militar apañado por la Iglesia.
Los dedos me temblaban increíblemente y
nada de mi cuerpo tenía control. Literalmente temblaba como una hoja sin saber
en ese momento fehacientemente a qué atribuirlo, las hojas quemaban en mis
manos haciéndome saber su queja por no haber profanado el sobre tiempo antes.
Lo que sigue a continuación es un
manuscrito que de acuerdo a mis cálculos puede datar de treinta años atrás, es
decir, de principios de siglo. La letra de quien escribió lo que sigue delata a
través de sus cuatro escasas hojas la caída en la desesperación y locura en que
progresivamente palabra a palabra va cayendo la mano autora.
Ahora y ya lejos en el tiempo, a más de
veinte años de la apertura del dichoso y profético sobre y los acontecimientos
extraños que estamos viviendo hace un par de días, dejo a los pocos -si es que
queda alguno, luego de este frenesí que hay en las calles y que poco a poco
inunda las metrópolis- lectores que puedan tener acceso la crítica sobre el
vaticinio del apocalipsis que se avecina.
He aquí lo prometido:
“Es
una verdad de Perogrullo que el sueño en que uno se ve perseguido o atacado por
la espalda y sin poder huir es común a todas las sociedades. Lo que puede
cambiar es el contexto, supongo que un indio de la polinesia no huye portando
un maletín ni vestido con un fino traje y sobrero. Este tipo de sueño atañe con
mayor frecuencia a estudiantes o presos. Eso ya lo habíamos descubierto en el
año 189.., en el “Instituto de investigación del sueño y sus anomalías” de… (me
reservo el nombre del Instituto para no perjudicar a terceras personas que
podrían quedar inmersas en un serio problema de ventilarse este manuscrito,
aunque dudo que alguien en el planeta otorgue un ápice de veracidad al relato
que dejo).
Estos
sueños reflejan normalmente el temor a la pérdida de un afecto o en las mujeres
en particular el deseo de ser cortejada.
Sobre
ello estábamos departiendo con el Dr. … cuando los pacientes durmientes de
prueba que con nuestros recursos habíamos contratado para que precisamente
duerman en nuestro Instituto y nos relaten sus sueños, comenzaron al unísono a
temblar como en un estado de convulsión.
Algunos
dormían por obra de una nueva droga que un colega estaba estudiando y aunque
hoy esto puede ser una grave falta ética, los durmientes no sabían que eran
drogados antes de caer en el sueño.
La
cuestión es que esto en los escasos meses de estudio nunca había ocurrido.
Ocasionalmente uno de los durmientes despertaba sobresaltado como podría
hacerlo cualquier persona normal pero nunca estuvo ni en nuestras más
afiebradas teorías que todos los durmientes comenzaran a vibrar y temblar como
si estuvieran unidos en el mismo sueño o en todo caso una pesadilla. Lo
misterioso es que los pacientes de control, es decir, los que no drogábamos
para dormir también se retorcían en sus catres como poseídos por el más allá.
A
los pocos segundos se tranquilizaron tan al unísono como cuando segundos antes
comenzaron a temblar como posesos. El Dr. … osó esbozar una teoría pero fue
descartada por nuestro becario, el Sr. … quien no dudó en filosofar en voz
alta: ‘Los sueños son una experiencia poderosa, universal, todos los seres
humanos dormimos, y todos soñamos…’. Al unísono fue interrumpido por el resto
de los presentes que despiertos en la sala lo observaban atónitos.
Luego
la noche transcurrió con absoluta normalidad respetando los períodos de sueño que
los días anteriores habíamos registrado. Cuando todos despertaron no observamos
nada que haga referencia a los que percibimos, a las extrañas convulsiones y
movimientos uniformes. Todos volcaron sus primeros recuerdos en las planillas
que siempre les dábamos para completar y luego se retiraron.
Ya
solos en la insomne mañana comenzamos a debatir sin llegar a ninguna conclusión
contundente. Nos retiramos sin saludarnos, tan absortos y desconcertados
estábamos.
La
noche siguiente tuvimos a exactamente los mismos durmientes, menos uno que fue
reemplazado por un estudiante del Instituto que había sido desalojado de la
pensión en que vivía por falta de pago; sería otro que esporádicamente también
dormía en nuestra sala. La noche transcurrió con absoluta normalidad hasta las
tres de la madrugada en que los durmientes que previamente habíamos drogado
comenzaron a temblar con intervalos de tres o cuatro segundos. Los otros, a
quienes habíamos administrado placebos nada hicieron más allá de los
movimientos oculares de lo que llamamos estos REM.
Rápidamente
comenzamos a dudar del Dr. …. quien era el que preparaba la droga. El Dr. …
sólo atinó a repetir lo que ya sabíamos el resto de los presentes, la droga
estaba construida a base de una potente toxina de una planta del lejano
amazonas brasileño, en Sudamérica. Luego ya nada sabía ni él ni nosotros. La
planta había sido obtenida de una tribu en lo profundo del Amazonas, robada
casi a un brujo que había adquirido el hábito del alcoholismo europeo y que la
malvendió solicitando a cambio dos o tres litros de barato whisky irlandés.
Sin
dudas el origen de las convulsiones obedecía a los efectos excesivos y
sorpresivos del extracto de la planta. El Dr. … lo único que sabía era que la
planta elevaba a los que la consumían a un lugar etéreo dentro de los sueños, o
por lo menos eso había entendido a través de su intérprete. Cuando volvió a la
civilización con las plantas comenzó a sintetizar su elixir.
Las
discusiones no cesaron ese día, los sueños, todos lo sabíamos en esos años, son
ventanas que permiten escudriñar la psiquis al revelar donde se refugian los
deseos incumplidos, aunque nuestro avasallante positivismo nos impedía ver lo
que se avecinaba. Nuestra corriente de pensamiento, basada en hechos
completamente demostrables y contrastables, evitó considerar que los sueños
contienen un elemento premonitorio, a través del cual revelan las fuerzas del
destino y la realidad que todavía no ha llegado.
Lamentablemente las
convulsiones de nuestros durmientes siguieron siendo el principal obstáculo
para el experimento. Y con los días nada mejoró. Así sin que mediara presión
alguna el Sr. … se decidió a ofrecerse como conejo de indas. Una dosis mayor a
la que veníamos probando se le inyectó mientras un ayudante de los pocos que quedan
se esfuerza por contener las convulsiones del Sr. … quien muerde un madero para
no tragarse su lengua o amputársela con sus propios dientes, tal el poder de
sus movimientos involuntarios. Poco a poco su cuerpo entra en un mortuorio
reposo y sus músculos se relajan dando lugar a una respiración entrecortada
pero más liviana. De todo esto, como es de esperar, nada fue registrado dado
que hubiera valido nuestra expulsión de la Universidad.
Al despertar su rostro es el de una persona que sufrió una apoplejía.
El horror fue propio y ajeno. Personal y compartido. Eso lo supimos al cotejar
las tablillas con las descripciones de los pacientes durmientes que como en un
examen de una escuela de niños parecen copiados de un mismo alumno.
El Sr. … manifiesta una extraña
sensación que no se anima a describir pero que se manifiesta repetidamente en
su mente ahora que está despierto.
Por la tarde comienza a
manifestar extrañas sensaciones y visiones. No duda en querer participar
nuevamente en el experimento.
Lo que sigue es un breve
resumen de los hechos que sucedieron dado que el caos y el descontrol hundieron
el trabajo en el paroxismo de lo irreal. En los pocos días en que se pudo
seguir experimentando los sueños se tornaron al decir de los durmientes en
monstruosos inclusive para el resto de los durmientes. Algunos abandonaron el
proyecto antes de cobrar el magro dinero que ofrecíamos por las pruebas.
Carentes de todo apoyo de la
Universidad la desesperación se apoderó de nosotros. Mi colega y yo, junto a
los cinco o seis colaboradores que quedaban, decidimos inyectarnos y viajar al
sueño colectivo. Debía saber qué era tan apocalíptico como para que los
durmientes corrieran despavoridos de nuestras habitaciones de estudio para no
volver.
Hoy pude establecer
contacto. Ya lo sé todo. El fin está cerca. Las puertas del infierno se han
abierto, el demonio de los sueños ha pasado a nuestra dimensión a través de
nosotros y de la droga que nos ha transformado en sus puertas a esta realidad.
El Dios caído y Rey de las pesadillas fue liberado nuevamente en la Tierra y
todo por culpa mía y el Dr. ....
Por tal motivo acabo con mi
vida en este preciso instante, que Dios me perdone y me acoja en su gloria, el
fin no tardará en manifestarse tarde o temprano pues los días y las horas en
los sueños transcurren a otra velocidad que en la realidad. Más temprano que
tarde los jinetes del Rey llegarán. Sus planes podrán demorar en nuestra
realidad para dentro de unos años, pero en los sueños ya están acá, en nuestra
vida onírica. Están preparando el terreno, el mundo tal como lo conozco ya no
pronto no existirá.
Dejo este manuscrito
mientras pueda seguir escribiendo… Logré desfilar por una hilera de piedras
suspendidas en el agua. Burbujas brotaban del agua que sin duda están
putrefactas. No siento olor, pero es y lo sé, porque estoy soñando. Lo percibo,
las cosas de mi alrededor están en blanco y negro, ese es un indicio muy fuerte
de que estoy soñando y que no podré salir…
La caída será pronta…”
No sé qué quisieron decir estos
chiflados, pero como si de una llave que abre una pesada puerta se tratara la
lectura de estas hojas dementes, por las rendijas de mí persiana estoy viendo
algo que no dan crédito mis ojos.
A mi mente llega una frase, un recuerdo,
y es que cuando los guardianes perdieron el honor descendieron desde los
cielos. Atacaron sin piedad ángeles alados con armas milenarias.
Gigantes de tres o cuatro metros,
hermosos hasta la indecible, de alas blancas como las nubes más bellas están
descendiendo de los cielos destruyendo todo a su paso. Los dementes lo
adelantaron desde sus sueños, el mundo era su hogar, vuelven por él y yo lo
estoy observando desde mi ventana…
FELIPE BOCHATAY
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