30 marzo 2025

Hermano-sombra o ese otro que acecha. Felipe Bochatay.

 

Que las historias estas llenas de paradojas, curiosidades y más historias olvidadas no es ninguna novedad. 
    

El 30 de marzo de 1852, en Zundert, Países Bajos, tenía lugar el nacimiento de Vincent Willem, en el seno de la familia Van Gogh. 

Quizás sea un dato engañoso, lo que todo el mundo sabe, bueno, los que están en el arte, es que el 30 de marzo de 1853 nace el más conocido de los Vincent Willem.   

De qué va esto.

¿Dos Vincent Van Gogh? Así es. Del primero poco se sabe, tal vez que vivió unos días o un poco más. No hay registros fidedignos. Hoy es solo una sombra en el devenir de la historia. Y no importa mucho en verdad, aunque se trate de la muerte de un niño, en esa época la mortalidad infantil era estrafalaria. Por otro lado, fue su hermano homónimo quien sería más tarde el famoso y atribulado pintor.

El pobre hermano, muerto prematuramente al parecer, fue enterrado en las cercanías de donde vivía la familia, más precisamente en las inmediaciones de la iglesia donde era pastor protestante el padre de ambos Vincent, por lo que no es de extrañar que, siendo tan solo un niño, Vincent Willem (Jr?) visitase una tumba donde estaba grabado su nombre y apellido. Algo que hiela la sangre.

Así que vaya problema para los consteladores o estudiosos de las cartas astrales. Dos hermanos, nacidos el mismo día, con el mismo nombre, pero separados por un año y la incertidumbre de no saber qué podría haber sido el primer Vincent. Ni hablar de los problemas psicológicos relacionados con la suplantación simbólica de una vida por la otra, o ni que hablar de los problemas de la relación de los padres respecto a ese niño, ¿una nueva versión del primer Vincent?

Sin embargo esta no es la primera, ni será la última, de las curiosidades entre hermanos, después de todo desde los tiempos bíblicos de Caín y Abel los hermanos vienen dando que hablar.

Mark Twain, el mordaz escritor norteamericano tuvo un hermano gemelo en su infancia. Cuenta el mismo escritor que para diferenciarlos le ataban a cada uno una cinta en la muñeca con un color diferente. Siendo tan solo bebés los dejaron solos en la bañera y uno falleció ahogado. Hasta acá otra muerte horrible de un niño. Lo macabro es que estando ambos en el agua sus pulseras se desataron, de tal forma que en verdad nunca se supo quién se ahogó.

De esta forma surge la famosa frase de Mark Twain: “Desde entonces no sé si yo soy yo o mi hermano”.

¿Más curiosidades? Mark Twain nació en 1835, con el paso del cometa Halley, y falleció en 1910…

            La última historia que me trae la memoria la leí en la interesantísima biografía de Philip K. Dick de Emmanuel Carrère “Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos: Un viaje en la mente de Philip K. Dick”. 

     En ella relata otro hecho parecido. Allí se describe de forma muy descarnada los primeros años, bueno toda la vida, pero acá importa esto, el siguiente dato: Dorothy Kindred Dick, dio a luz el 16 de diciembre de 1928, en Chicago, a una pareja de mellizos sietemesinos; Philip y Jane.

 Según Carrère ambos tuvieron al poco de nacer sus propias lápidas. La historia cuenta que eran muy pobres y que la madre solo tenía leche para uno solo. Sabemos quién fue el sobreviviente, Jane falleció a las cinco semanas de vida.


    
    Lo cierto es que cuando en 1982 fallece Philip, fue su padre quien entierra sus restos junto a los de su hermana Jane. A la lápida, doble, solo había que gravarle la fecha de fallecimiento de Philip.

    Según palabras de P. K. Dick, el fantasma de su hermana siempre rondó en su cabeza, viéndose reflejado ese hecho dentro de sus novelas, como también otras cosas, dado que además de sus problemas mentales llevó una vida relacionada con las drogas alucinógenas, pero ese es otro tema.

26 marzo 2025

La mano del muerto o El Conde de Montecristo II. Por Felipe Bochatay.

 

Que la literatura tiene vericuetos con trampas y olvidados por el paso del tiempo no es ninguna novedad. Debo reconocer que durante muchos años viví engañado, es decir, hace más de treinta años que estoy en la idea que “La mano del muerto” era una novela de Alejandro Dumas (padre), de hecho, siempre la consideré una obra menor del gran escritor francés, una resolución desafortunada de la híper famosa “El conde de Montecristo”.

Sin embargo, pese a haberla leído en mi adolescencia, hace más de treinta y cinco años, siempre me jacté de haber sido un lector temprano de Dumas, y en particular de esta obra, ante el desconcierto de todo el mundo, pues nadie la conocía y eso siempre me llamó la atención. Hasta que llegó Internet…

A mis manos llegó esta obra porque mi abuela conservaba una hermosa biblioteca con gran cantidad de libros de todo tipo, entre otros, de la famosa colección argentina “TOR”, esos libros de tapa dura amarilla en la que los clásicos del s. xix lucían como novedades literarias. De esa forma en mi infancia y luego en la adolescencia accedí a muchas obras de los Dumas, padre e hijo, como también a “Sandokan”, “El príncipe Valiente”, muchas de Verne y un largo etc. Por supuesto, La mano del muerto también estaba en esa biblioteca, obra que todavía conservo.

Cabe mencionar que la mítica Editorial argentina TOR muy posiblemente haya continuado involuntariamente con el engaño. La Mano del Muerto, atribuida a Alejandro Dumas por la editorial, tuvo una primera publicación en 1946. El libro formaba parte de la colección "Biblioteca Las Obras Famosas". Esta primera edición contaba con 316 páginas de 15,5 x 23 cm y prólogo de Ricardo Padilla Gutiérrez. Algo curioso, por lo menos en mi ejemplar ¡no existe el prólogo!, al dar vuelta la primera hoja arranca sin más la novela. Curioso.

La edición de 1955 traía 252 páginas, textos a doble columna, en un tamaño de 225x155mm y cortes color salmón.

Si debo ser crítico, la novela está correctamente escrita, pero, siempre hay un pero, el desarrollo de la trama cruje por todos lados, en particular el personaje principal del Conde de Montecristo que luce totalmente desdibujado. Si uno sufría por las desventuras de Edmundo Dantés, en esta obra parece un idiota pusilánime, un pelele frente al poder arrollador de un sirviente, un ex convicto sin luces, que anda de un lado para el otro con la mano del padre que ha robado de su féretro. Más o menos por ahí va la cosa, de vengador vengado.

Finalmente, cual marido cornudo, me siento el último en enterarme. La mano del muerto es una novela escrita por Alfredo Possolo Hogan, un novelista portugués casi ignoto, o no tanto. Fue escrita en 1854, nueve años después de El conde de Montecristo, aunque siempre se admitió la autoría de Dumas pese a haber sido publicada en Portugal sin que Dumas lo supiera hasta unos años después.

Possolo Hogan, algunos opinan, fue uno de los tantos escritores que trabajaba para Alejandro Dumas, un “negro”, o como se dice ahora un “ghostwriter”. Esa es una de las teorías pues en torno a la obra de Alejandro Dumas se sabe que hay una infinidad de obras atribuidas a padre e hijo que ni remotamente tienen una línea de ellos en sus páginas.

Porque no es algo que no se sepa, Auguste Maquet, por ejemplo, fue el “negro literario” más famoso de Alejandro Dumas padre, con quien inclusive litigó en los estrados franceses por cuestiones de autoría y tipeo de textos.

El concepto de “Negro literario”, era una etimología francesa del siglo XVIII y no era desconocido en la época. Así se los llamaba a los escritores que componían novelas, folletos políticos, discursos y cualquier texto. Como es más que obvio, ellos nunca se atribuían la autoría, solo cobraban por sus palabras, la que además eran mal pagas. En el caso de la relación de Maquet con Dumas, aquel se encargaba de la documentación para la historia, realizar algunos planos de los personajes, armar la historia, para luego Dumas dar su toque mientras dirige la batuta.

Otra teoría, creo adherir a esta, dice que este escritor portugués bien podría ser un caso más de fandom, muy propio para Watpadd, en la que Possolo Hogan, quizás por admiración pero tal vez para hacerse conocido montándose a una obra consagrada, escribe esta pseudo continuación.

El autor. ¿Quién fue entonces Alfredo Possolo Hogan?

Escritor amateur, aficionado a las novelas de la época, fue un modesto empleado de correos en Lisboa, Portugal, que en sus ratos libres escribía. Como el tema de los derechos de autor, propiedad intelectual y todas esas menudencias todavía no estaba muy desarrollado, este se lanzó a escribir una continuación de su obra favorita. No diremos que la destruyó pero sí que muy flaco favor le hizo a Edmundo Dantes.

Encontrar datos sobre Alfredo Possolo Hogan es algo bastante difícil. Es tema no discutido que nació el 22 de diciembre de 1829 y murió, muy joven, a la edad de 35 años, el 16 de abril de 1865. Fue hijo de Frederico Hogan de Mendonça y de Maria Emília Possolo.

Publicó en el breve espacio de un poco más de diez años la no menos despreciable cantidad de doce, por lo menos, novelas de diversos géneros. Envidiable, a saber: 

Misterios de Lisboa (Mistérios De Lisboa) (1851).

El Matrimonio Forzado de 2 Angeles (Dois Ângelos Ou Um Casamento Forçado) (1851).

Marco Tulio, el Agente de los Jesuitas (Marco Túlio Ou O Agente Dos Jesuítas) (1853).

La Mano del Muerto (A Mão Do Finado) (1854).

Los Disipadores (Os Dissipadores) (1858).

La Vida en Lisboa (A Vida Em Lisboa) (1861).

La Máscara Social (A Máscara Social) (1861).

No Toda la Luz es Oro (Nem Tudo Que Luz É Oiro) (1861).

El Día 1º de diciembre de 1640 (O Dia 1º De Dezembro De 1640) (1862), donde pretende homenajear patrióticamente "todos aqueles esforçados ânimos que levantaram a nossa bandeira”[1].

Aunque también se le atribuye una adaptación (¿folletinesca?), en 1849, de la novela de Walter Scott “Ivanhoe”[2] que había sido traducida al portugués por esos años y que estaba muy en boga. ¿Walter Scott también escribía para Alejandro Dumas?

También se le atribuye el dramaO Último dos Jesuítas em Portugal”, de 1862 o la comedia satírica de costumbres “Não Despreze sem Saber”, de 1861, y “O Marido no Prego”, también de 1861.

Dice en su paper Jorge Bastos da Silva[3]: “…. consideramos el caso equívoco de A Mão do Finado (1853), novela de A. P. Hogan que, al presentarse como continuación de Le Comte de Monte-Cristo, fue atribuida durante más de un siglo al propio Dumas. De hecho, la editorial Lello & Irmão, de Oporto, la reeditó en 1974, y existe otra edición de la Editorial Minerva (Lisboa, sin fecha) que, consolidando este insólito engaño o embuste, atribuye la supuesta traducción a un tal M. J. Dias…” (la traducción del portugués es personal). Lo que sin dudas aportó mayor confusión al tema sobre la autoría de La mano del muerto.

Trama de La Mano del Muerto.

Ojo que hay destripe y spoilers.

Esta novela retoma la historia de Dantés, algunos años después de que su venganza haya sido totalmente consumada. En esta, Benedetto, hijo ilegítimo de Villefort, una de las víctimas de la venganza de Edmundo Dantés, profana la tumba de su padre y le corta una mano. Sobre el cuerpo del padre Benedetto jura tomar venganza contra el conde de Montecristo. Este destino trágico hace que el vengador ahora sea vengado ya que Benedetto busca además de venganza la redención y justicia (¿) para su padre.

Cabe aclarar que aunque el hijo vengador endereza sus pasos hacia ese único objetivo carece de las luces del Conde de Montecristo, quien esta vez aparece timorato, falto de esa capacidad de cálculo y osadía que lo caracterizó en la anterior novela. Vamos, que Benedetto la tiene muy fácil.

En la obra aparecen otros personajes de El Conde de Montecristo y todo eso hace entender que esta es una secuela hecha y derecha. Sin embargo hay que decir que la historia cruje, es mucho más corta que El Conde de Montecristo y los personajes lucen planos, sin evolución ni la frescura de aquella obra.

Por otro lado Benedetto no es como Edmundo Dantés, que planea y ejecuta con precisión de cirujano. Acá el hijo ilegítimo de Villefort va robando y matando gente a diestra y siniestra como único plan rector de su venganza. Por su parte, Dantés, tan avispado y sagaz, parece que la fortuna ha ablandado su carácter ya que en esta obra dan ganas de abofetearlo para que despierte pues no hay modo que no se entere que se le viene la noche.

Por extraño (endeble) que parezca el vengador Benedetto va ganando adeptos que muy fácilmente consigue hacer cambiar de parecer para que dejen de ser amigos de Dantés y convertirse en enemigos velados de este.

El final no es mejor, la obra se precipita (cae de un décimo piso) con una cantidad de muertes innecesarias, creo, e inexplicables. No continúo destripando el final por si alguien desea leerlo y no es esa la intención mía.

En definitiva, al parecer la primera aparición en Lisboa de La mano del muerto fue en forma de folletín y se publicó con el subtítulo de “Continuación de El Conde de Montecristo”. Quizás por ello se debe el estilo de la obra, no lo sé.

Si pica la curiosidad, es una obra que se puede leer de un tirón aunque reconozco que la leí en mi adolescencia y me generó tal rechazo la forma tonta en que cae Dantés en la burda trampa de Benedetto y todas las muertes que hay que tengo una cierta aprehensión a volver a tomar el libro para hacerle una relectura, que se la merece. En fin, quizás dentro de cincuenta años lo haga.

[1]https://www.goodreads.com/author/show/4617866.Alfredo_Possolo_Hogan.

[2]“Algumas Notas mais sobre Ivanhoeno Romantismo Português (em torno de Alfredo Possolo Hogan–e com uma hipótesesobre o Frei Luís de Sousade Garrett)”. Jorge Bastos da Silva. Universidade do Porto –ILC. N.º 34 – 06/ 2016 | 497-521 – ISSN 1645-1112 | http:/dx.doi.org/10.21747/16451112/litcomp34a29.

[3]Ídem 2.

Hermano-sombra o ese otro que acecha. Felipe Bochatay.

  Que las historias estas llenas de paradojas, curiosidades y más historias olvidadas no es ninguna novedad.       El 30 de marzo de 1852, e...