Que la literatura tiene
vericuetos con trampas y olvidados por el paso del tiempo no es ninguna
novedad. Debo reconocer que durante muchos años viví engañado, es decir, hace
más de treinta años que estoy en la idea que “La mano del muerto” era una novela de Alejandro Dumas (padre), de
hecho, siempre la consideré una obra menor del gran escritor francés, una
resolución desafortunada de la híper famosa “El conde de Montecristo”.
Sin embargo, pese a haberla leído
en mi adolescencia, hace más de treinta y cinco años, siempre me jacté de haber
sido un lector temprano de Dumas, y en particular de esta obra, ante el
desconcierto de todo el mundo, pues nadie la conocía y eso siempre me llamó la
atención. Hasta que llegó Internet…
A mis manos llegó esta obra
porque mi abuela conservaba una hermosa biblioteca con gran cantidad de libros
de todo tipo, entre otros, de la famosa colección argentina “TOR”, esos libros
de tapa dura amarilla en la que los clásicos del s. xix lucían como novedades
literarias. De esa forma en mi infancia y luego en la adolescencia accedí a
muchas obras de los Dumas, padre e hijo, como también a “Sandokan”, “El príncipe Valiente”,
muchas de Verne y un largo etc. Por supuesto, La mano del muerto también estaba en esa biblioteca, obra que
todavía conservo.
Cabe mencionar que la mítica
Editorial argentina TOR muy posiblemente haya continuado involuntariamente con
el engaño. La Mano del Muerto, atribuida a
Alejandro Dumas por la editorial, tuvo una primera publicación en 1946. El
libro formaba parte de la colección "Biblioteca Las Obras Famosas".
Esta primera edición contaba con 316 páginas de 15,5 x 23 cm y prólogo de
Ricardo Padilla Gutiérrez. Algo curioso, por lo menos en mi ejemplar ¡no existe
el prólogo!, al dar vuelta la primera hoja arranca sin más la novela. Curioso.
La edición de 1955
traía 252 páginas, textos a doble columna, en un tamaño de 225x155mm y cortes
color salmón.
Si debo ser crítico, la novela
está correctamente escrita, pero, siempre hay un pero, el desarrollo de la
trama cruje por todos lados, en particular el personaje principal del Conde de
Montecristo que luce totalmente desdibujado. Si uno sufría por las desventuras
de Edmundo Dantés, en esta obra parece un idiota pusilánime, un pelele frente
al poder arrollador de un sirviente, un ex convicto sin luces, que anda de un
lado para el otro con la mano del padre que ha robado de su féretro. Más o
menos por ahí va la cosa, de vengador vengado.
Finalmente, cual marido cornudo,
me siento el último en enterarme. La mano
del muerto es una novela escrita por Alfredo Possolo Hogan, un novelista
portugués casi ignoto, o no tanto. Fue escrita en 1854, nueve años después de El conde de Montecristo, aunque siempre
se admitió la autoría de Dumas pese a haber sido publicada en Portugal sin que
Dumas lo supiera hasta unos años después.
Possolo Hogan, algunos opinan,
fue uno de los tantos escritores que trabajaba para Alejandro Dumas, un
“negro”, o como se dice ahora un “ghostwriter”.
Esa es una de las teorías pues en torno a la obra de Alejandro Dumas se sabe
que hay una infinidad de obras atribuidas a padre e hijo que ni remotamente
tienen una línea de ellos en sus páginas.
Porque no es algo que no se sepa,
Auguste Maquet, por ejemplo, fue el “negro
literario” más famoso de Alejandro Dumas padre, con quien inclusive litigó en
los estrados franceses por cuestiones de autoría y tipeo de textos.
El concepto de “Negro literario”, era una etimología
francesa del siglo XVIII y no era desconocido en la época. Así se los llamaba a
los escritores que componían novelas, folletos políticos, discursos y cualquier
texto. Como es más que obvio, ellos nunca se atribuían la autoría, solo cobraban
por sus palabras, la que además eran mal pagas. En el caso de la relación de
Maquet con Dumas, aquel se encargaba de la documentación para la historia,
realizar algunos planos de los personajes, armar la historia, para luego Dumas
dar su toque mientras dirige la batuta.
Otra teoría, creo adherir a esta,
dice que este escritor portugués bien podría ser un caso más de fandom, muy
propio para Watpadd, en la que Possolo Hogan, quizás por admiración pero tal
vez para hacerse conocido montándose a una obra consagrada, escribe esta pseudo
continuación.
El autor. ¿Quién fue entonces
Alfredo Possolo Hogan?
Escritor amateur, aficionado a
las novelas de la época, fue un modesto empleado de correos en Lisboa,
Portugal, que en sus ratos libres escribía. Como el tema de los derechos de
autor, propiedad intelectual y todas esas menudencias todavía no estaba muy
desarrollado, este se lanzó a escribir una continuación de su obra favorita. No
diremos que la destruyó pero sí que muy flaco favor le hizo a Edmundo Dantes.
Encontrar datos sobre Alfredo
Possolo Hogan es algo bastante difícil. Es tema no discutido que nació el 22 de
diciembre de 1829 y murió, muy joven, a la edad de 35 años, el 16 de abril de
1865. Fue hijo de Frederico Hogan de Mendonça y de Maria Emília Possolo.
Publicó en el breve espacio de un
poco más de diez años la no menos despreciable cantidad de doce, por lo menos,
novelas de diversos géneros. Envidiable, a saber:
Misterios
de Lisboa (Mistérios De Lisboa) (1851).
El
Matrimonio Forzado de 2 Angeles (Dois Ângelos Ou Um Casamento Forçado) (1851).
Marco
Tulio, el Agente de los Jesuitas (Marco Túlio Ou O Agente Dos Jesuítas) (1853).
La Mano
del Muerto (A Mão Do Finado) (1854).
Los
Disipadores (Os Dissipadores) (1858).
La Vida
en Lisboa (A Vida Em Lisboa) (1861).
La
Máscara Social (A Máscara Social) (1861).
No Toda
la Luz es Oro (Nem Tudo Que Luz É Oiro) (1861).
El Día 1º
de diciembre de 1640 (O Dia 1º De Dezembro De 1640) (1862), donde pretende
homenajear patrióticamente "todos aqueles esforçados ânimos que levantaram
a nossa bandeira”.
Aunque
también se le atribuye una adaptación (¿folletinesca?), en 1849, de la novela
de Walter Scott “Ivanhoe” que había sido traducida al portugués por esos años
y que estaba muy en boga. ¿Walter Scott también escribía para Alejandro Dumas?
También
se le atribuye el drama “O
Último dos Jesuítas em Portugal”, de 1862 o la comedia
satírica de costumbres “Não Despreze sem
Saber”, de 1861, y “O Marido no Prego”,
también de 1861.
Dice
en su paper Jorge Bastos da Silva: “…. consideramos el caso
equívoco de A Mão do Finado (1853), novela de A. P. Hogan que, al
presentarse como continuación de Le Comte de Monte-Cristo, fue
atribuida durante más de un siglo al propio Dumas. De hecho, la editorial Lello
& Irmão, de Oporto, la reeditó en 1974, y existe otra edición de la
Editorial Minerva (Lisboa, sin fecha) que, consolidando este insólito engaño o
embuste, atribuye la supuesta traducción a un tal M. J. Dias…” (la traducción
del portugués es personal). Lo que sin dudas aportó mayor confusión al tema
sobre la autoría de La mano del muerto.
Trama de La Mano del Muerto.
Ojo que
hay destripe y spoilers.
Esta
novela retoma la historia de Dantés, algunos años después de que su venganza
haya sido totalmente consumada. En esta, Benedetto, hijo ilegítimo de Villefort,
una de
las víctimas de la venganza de Edmundo Dantés, profana la tumba de su padre y
le corta una mano. Sobre el cuerpo del padre Benedetto jura tomar venganza
contra el conde de Montecristo. Este destino trágico hace que el vengador ahora
sea vengado ya que Benedetto busca además de venganza la redención y justicia
(¿) para su padre.
Cabe
aclarar que aunque el hijo vengador endereza sus pasos hacia ese único objetivo
carece de las luces del Conde de Montecristo, quien esta vez aparece timorato,
falto de esa capacidad de cálculo y osadía que lo caracterizó en la anterior
novela. Vamos, que Benedetto la tiene muy fácil.
En la obra aparecen otros
personajes de El Conde de Montecristo
y todo eso hace entender que esta es una secuela hecha y derecha. Sin embargo
hay que decir que la historia cruje, es mucho más corta que El Conde de Montecristo y los personajes
lucen planos, sin evolución ni la frescura de aquella obra.
Por otro lado Benedetto no es
como Edmundo Dantés, que planea y ejecuta con precisión de cirujano. Acá el
hijo ilegítimo de Villefort va robando y matando gente a diestra y siniestra
como único plan rector de su venganza. Por su parte, Dantés, tan avispado y
sagaz, parece que la fortuna ha ablandado su carácter ya que en esta obra dan
ganas de abofetearlo para que despierte pues no hay modo que no se entere que
se le viene la noche.
Por extraño (endeble) que parezca
el vengador Benedetto va ganando adeptos que muy fácilmente consigue hacer
cambiar de parecer para que dejen de ser amigos de Dantés y convertirse en
enemigos velados de este.
El final no es mejor, la obra se
precipita (cae de un décimo piso) con una cantidad de muertes innecesarias,
creo, e inexplicables. No continúo destripando el final por si alguien desea
leerlo y no es esa la intención mía.
En definitiva,
al parecer la primera aparición en Lisboa de La mano del muerto fue en forma de folletín y se publicó con el
subtítulo de “Continuación de El Conde de Montecristo”. Quizás por ello se debe
el estilo de la obra, no lo sé.
Si pica la
curiosidad, es una obra que se puede leer de un tirón aunque reconozco que la
leí en mi adolescencia y me generó tal rechazo la forma tonta en que cae Dantés
en la burda trampa de Benedetto y todas las muertes que hay que tengo una
cierta aprehensión a volver a tomar el libro para hacerle una relectura, que se
la merece. En fin, quizás dentro de cincuenta años lo haga.