Últimamente se ha puesto de moda el modo
imperativo en la vida cotidiana. Es casi una imposición social. No es un
detalle menor que por donde uno vaya se encuentre o se tope con frases
pegajosas en almohadones, tasas y pocillos, camisetas y muchas cosas más. Diviértete
en tu trabajo, todo saldrá mejor!
A qué me refiero cuando hablo del
modo imperativo, pues al modo gramatical empleado para expresar deseos,
mandatos y ruegos de cualquier tipo. Es decir, es un modo utilizado para que el
receptor actúe de una forma deseada. De allí su nombre, imperativo, que
proveniente del latín impero, que se traduce como “mandar o dar
órdenes”. Evoluciona, explora, juega, sueña, crece!
No sería un detalle menor si la ciudad, o peor, la casa propia, no se
vieran rodeadas de esta “dictadura de la felicidad” que al parecer ha
encontrado en los decoradores un nuevo fetiche para el psicoanálisis. Vive,
ama, ríe.
Como lector de E. Cioran tampoco pretendo que la gente deambule por los
cementerios declamando a viva voz los silogismos de este peculiar filósofo. Por
otro lado sería un tanto desconcertante ver en una camiseta el rostro del
filósofo diciendo: “Mereces lo que sueñas”, en especial viniendo de alguien que
tiene algunas frases al estilo: “No creo
haber perdido una sola ocasión de estar triste. Mi vocación de hombre”.
El problema que noto es más profundo, al parecer no hay lugar para la
tristeza en nuestra sociedad. Si estoy triste, ergo, soy un fracasado, un
perdedor. Todo debe estar regido por los más altos estándares de felicidad,
natural o auto-construida impuesta por una penetrante industria de la felicidad
con sus recetas de autoayuda para lograr ese estado perpetuo de bienestar y
felicidad que en verdad nunca llega. No sueñes con ser algo en la vida, ya eres
todo!
Lo que es peor es esa imposición de parte de la sociedad, palanqueada
por los medios, las redes sociales en particular, que imponen la necesidad de
estar siempre bien, y que establece como algo negativo el estar mal. Deja
de pensar en la vida, vívela!
Esta búsqueda de bienestar y felicidad debe ser permanente, es decir, nos pretende obligar a estar buscando incansablemente los estímulos necesarios para estar felices. Esto, no es necesario ponderarlo mucho, puede llevar a la gente a que se sienta terriblemente presionada por ser feliz. Así puede generarse un bucle en el que más ansias por hallar felicidad generan más presiones y por ende más estrés. Con todo a lo sumo la felicidad no es un estado en sí mismo sino un estado que puede darse o no. Hazlo hoy, hazlo ya.
Esto nos lleva a que la construcción
de nuestra identidad se vea seriamente atacada ya que el hecho de ser
humano incluye la posibilidad de ser infeliz, y eso no me hace menos humano, o
eso es lo que desearía. Duerme menos y sueña más.
El mercado impone la obligación de
estar feliz. Un humano feliz consume, un humano no feliz posiblemente consuma
menos o nada. Para colmo de males, por más que pasemos filtro a nuestras
imágenes no dejamos de ser seres imperfectos, “con detalles de fábrica”, que es
lo que nos hace humanos. Tú tienes el control.
Por otro lado no hay que tener miedo
a estar infelices. Es un estado natural del que se pueden sacar cosas buenas.
Estar en el fondo del océano significa que has tocado fondo, pero también que
más abajo no puedes ir. Es solo una etapa de nuestra vida en la que el miedo al
miedo puede ser muy perjudicial. Sin acción no vas a ninguna parte.
El tema no es inocente, el
almohadoncillo tan bonito que reza: ama, ríe, etc, es parte del discurso de
felicidad que vende la industria de la felicidad, del goce eterno. Torna así en
un discurso individualista en el que “si quieres, puedes” frente al estado de
alegría que se podría sentir en ámbitos compartidos, no individualistas. Esto
es así porque la felicidad que vende el mercado dice que depende de uno mismo,
de que solo tú puedes hacerlo. Persiste!
Por otro lado este tema de la felicidad desmesurada y a todo precio es
relativamente nuevo. Está muy relacionado al surgimiento de los libros de auto
ayuda que comenzaron a circular en EEUU en la segunda mitad del s. XX. En toda
la historia de la humanidad no existe antes algo parecido. Continúa creciendo y evoluciona!
Ahora bien, hay un problema en el planteo. Estos gurús de la felicidad
ofrecen modelos estándar, un solo modelo por libro. Pero por otro lado dicen
que la felicidad depende solo de uno mismo, por ende es absolutamente
individualista, es decir, entiendo que debe haber tantas recetas como personas
compren esos libros. Y como ya dije, si depende de uno mismo, la
responsabilidad recae en uno mismo, lo que genera la sensación de culpa si no
logramos acceder a los altos estándares de felicidad que se prometen. Confía
en tu intuición y en ti.
El negocio no para de crecer: se estima que se venden más de 20 millones
de libros de autoayuda al año y en época de pandemia se dice que aumentaron las
ventas en un 40%. Arriesga para ganar.
Una explicación válida para este fenómeno puede verse en las condiciones
de vida modernas o mejor dicho de la modernidad líquida o posmoderna en la que
al parecer si no te mueres de hambre, una dictadura feroz te masacra o una
inundación se lleva puesto todo lo tuyo, el siguiente problema que debes
afrontar si tienes techo y comida asegurada, es el de encontrarle un propósito a tu
propia existencia. Si a ello le sumamos la crisis de las religiones
tradicionales y un poquito de incertidumbre por el encierro pandémico y de
angustia vital, la cena está servida. Conoce tus habilidades.
Por otro lado junto a estos grandes cambios culturales y socioeconómicos
de este posmodernismo, modernidad líquida o modernidad tardía (elija el autor y
término que le guste) una de las mayores causales de estrés son la creciente
invasión del libre mercado en todos los ámbitos de la vida que provocan este
creciente individualismo. Y como ya se ha dicho, la idea del progreso continuo
e ininterrumpido del capitalismo llevado al discurso científico hace que se
inventen soluciones mágicas envueltas en discursos científicos o seudocientíficos.
Comparte y regala. Enamórate!
Ya lo dijo John Stuart Mill, no
vale la pena hacer de la felicidad la meta principal de toda nuestra vida
porque ni sabíamos qué era la felicidad, ni dónde buscarla y porque cuanto más
nos empeñáramos, más nos íbamos a frustrar persiguiéndola. Sin quererlo
descubrió así la paradoja hedónica:
cuando más uno se empeña en ser feliz, más está boicoteando su propia
felicidad. Crea tu realidad.
En definitiva, que quise descargarme con la moda del
modo imperativo y hasta acá llegué en esta tarde de domingo, demasiado tarde
para algunas cosas y demasiado temprano para otras. Como dice la canción:
solamente muero los domingos, y los lunes ya me siento bien. Equivocarte
es necesario para crecer.
Quiero sentirme infeliz por un ratito con mi café dominical, es mi
derecho, pero mi tasa me lo impide con su bonita frase… Haz todas las cosas…