Cuando era niño allá a fines de los ochentas, por un descuido de mis
padres pude ver una película en una vieja video-reproductora que teníamos en mi
casa. El mentado film de ficción, del año 1984, se trataba de “Hilachas”
(el título en español, “Threads” en inglés. Se descarga de youtube si se quiere
ver).
Este film dejó profunda impresión en mí. Hay que recordar que si bien por
esos años agonizaba
La película está filmada, como en lo que años después se pondría de moda,
es decir, con el formato de documental ficcionado. En él se relata la vida de
una joven pareja que debe hacer frente al embarazo de la chica. Todo ello en un
contexto de lo más sombrío, pues el mundo comienza a colapsar cuando fuerzas
soviéticas (los malos) invaden Irán y E.E.U.U. - junto con OTAN (los buenos)-
decide responder militarmente, por lo que se inicia una escalada de violencia
con armas nucleares de corto alcance.
En G.B. comienzan a tomar medidas para afrontar la situación organizando
a los gobiernos locales para el aprovisionamiento de alimentos, medicamentos y
grupos de socorristas. En el transcurso de los días y casi de imprevisto la
sociedad comienza a tomar razón de la gravedad de los acontecimientos, pero las
cartas están echadas.
Inglaterra es uno de los primeros países afectados por la guerra nuclear
mundial. Así, la protagonista, deberá afrontar su embarazo en ese presente
apocalíptico en donde las bombas nucleares comienzan a caer en su país.
La película, cabe decir, es descarnada en extremo para la época de su
estreno. Hay imágenes de cadáveres y gente mortalmente quemada. Por la hambruna
la gente hasta come roedores. Por todos lados se ve muerte por radiación,
destrucción y una desorganización y caos total casi inmediato de un gobierno
que ya casi no existe más. Sólo actúan algunas milicias un tanto autónomas y
sin control de un poder central que no saben a quien obedecer ni qué hacer.
El film es aleccionador al tocar todas las aristas posibles de un futuro
post guerra nuclear: hambre, gente gravemente enferma y herida, clima inhóspito,
vandalismo y desmoralización y desorganización social.
A diferencia de otros filmes con la misma temática en ésta, el director
proyecta los posibles efectos de una guerra nuclear a escala global quince años
hacia delante. En ella se puede ver el fin de la civilización como la conocemos
hoy o el fin de la humanidad al perecer animales, vegetales y provocarse la
esterilidad de todo lo que en un momento tuvo vida. Así se pueden ver a
colonias de personas al filo de sus posibilidades físicas y mentales luchar
contra la tierra yerma para poder extraer unos granos de ella.
Ese futuro, el de 1984, todavía no llegó y las posibilidades de que ello
ocurra están cada vez, quizas, más lejos. Eran los miedos de una época
pretérita pues en definitiva la ciencia
ficción o las hipótesis de futuros posibles no hacen más que hablarnos sobre
nuestro presente. En ese caso es el presente de la “guerra fría”, es decir,
de los miedos de ese presente.
Esta ficción nos dice que en 1984 íbamos por mal camino, aunque si bien
estábamos lejos de la crisis de los misiles en octubre de 1962, el sabor que
queda en la boca es el de saborear de cerca un futuro postapocalíptico.
Posiblemente el director del film proyectaba el porvenir de ciertas
características de la sociedad actual como una alarma de advertencia; en
congruencia con esto podemos decir que dos años después tuvimos el desastre de “Chernobil”
y el “Challenger”. Dos grandes fracasos para la humanidad.
En ese mismo año se publicaba un libro de Ulrich Beck, “Sociedad de Riesgo” en donde sienta las
bases de sus ideas principales:
* Los riesgos (no los
peligros) causan daños sistemáticos a irreversibles a nivel mundial;
* La lógica del reparto de los riesgos sigue el camino de la desigualdad
social estructural;
* Se produce un retorno a la incertidumbre: el riesgo es impredecible y
si se puede predecir no hay nada que lo pueda detener.
* Éstos se desarrollan en la sociedad industrial que es super-reflexiva y
que no puede dejar de interrogarse por esos problemas que introduce la
modernidad y que, como los sistemas expertos que no podemos controlar y que
dominan nuestras vidas, nos generan un gran malestar interno.
Si en esos años todavía temíamos a la tercera guerra mundial o a los
problemas ambientales propios de la radiación, “Threads” es un film
antibelicista, un grito sin temor a la vergüenza, una hipótesis de conflicto
que hoy ha quedado reservada para los libros de historia, pero que enfrenta
nuevos problemas y las soluciones pasan por esos sistemas expertos que de un momento a otro pueden desquiciarse como
se desquician al fracasar quienes debían evitar ese conflicto armado a escala
global.
Los males del ayer evidentemente no son los de hoy. Las “viejas incertidumbres conocidas” de
antaño han sido reemplazadas por las “modernas
incertidumbres inciertas”. No llegó “el fin de la historia”. Ayer el
enemigo tenía otro color de piel, hablaba otro idioma y tenía otra religion,
hoy estos son reemplazados por quienes son idénticos a nosotros, mimetizados en
nuestra sociedad, delincuentes informáticos, falsos profetas, etc. El enemigo
duerme dentro de nuestra casa, está en la web cada vez que nos conectamos.
Las hiperreflexibidad de esta modernidad nos llena de temores a lo que puede venir, no una guerra nuclear, sino un enemigo con el rostro velado. Un enemigo que ni siquiera él mismo sabe que lo es, como por ejemplo quien manipula una central nuclear, un avión o produce medicamentos o alimentos transgénicos.
A las par, y como plantea Z. Bauman en “La sociedad sitiada”, hay cada vez más una distancia entre el
ver-saber-actuar. ¿Por qué? Por que el ametrallamiento de imágenes de los
medios de comunicación puede coartar nuestra asimilación de verdaderos conocimientos.
Y a su vez, es imposible hoy sostener con honestidad intelectual que uno ignora
lo que está pasando en el resto del mundo. Así se establece el binomio entre
los que hacen el mal y los testigos.
Todos somos testigos, a la par que somos menos tolerantes a los males que
provocan esos malvados. Malvados que en líneas generales, antes podían provocar
el mal hasta donde llegaban las balas que disparaban sus armas, pero que hoy
sus acciones pueden ser a escala global.
¿Cuáles son los miedos de nuestro presente? El sufrimiento y las miserias
diarias, el sufrimiento que vemos por tv, pero que cuando nos hastía nos
permite cambiar impunemente de canal. Somos cada vez más intolerantes contra
los males que vemos a diario, pero no actuamos en consecuencia. El
derretimiento de los hielos, los alimentos transgénicos, la trata de humanos,
etc. Cuando nos cansa, cambiamos de canal. Así, literalmente hemos asesinado a la empatía.
En todo caso hablamos de la desesperanza, de la pérdida de la fe, tan terrible o devastador como un holocausto nuclear que pueden ser similares a la falta de horizontes claros.
Finaliza la película, como corresponde a los
miedos de la época, con un mundo similar a
FELIPE BOCHATAY
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